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Javier Pérez Andrés

El de Mieres, Nobel de la Paz

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Lo conocí en los años de la revolución gastronómica siempre desde el frente universal abierto por Ferrán Adrià. En aquellos años, principios del tercer milenio, ya despertaba el interés en las ferias, congresos y foros de alta cocina. Cuando solo era el español que triunfaba en Estados Unidos por saber cocinar para todos al frente de sus restaurantes.

Volví a tenerlo delante y enfrente, tomé nota de su mensaje en las primeras cumbres internacionales de cocina en Madrid; en los foros de Barcelona; en Valladolid con motivo de los encuentros que nacieron en los congresos regionales de Zamora; en Salamanca, caminando por La Alberca, donde protagonizó, junto a su amigo Santiago, la defensa del jamón español, y en Soria, sumándose a esa otra revolución micológica que tristemente ha aminorado. Y en todos estos lugares, el mismo semblante, la misma actitud y una clara inclinación solidaria que habría de catapultarle una década después.

Más tarde, el mismo cocinero español, escalaría las más altas cotas de admiración y respeto que jamás un cocinero alcanzó en el país más poderoso del mundo. En el que también se pasa hambre. El de Mieres lo denunció. Nada le cerró la boca y se posicionó siempre al lado de los más necesitados.

José Andrés, el cocinero español que triunfó en EEUU, se crecía en cada terremoto y se agigantaba en cada guerra, en cada epidemia y en cada catástrofe. Con una fórmula simple: apagar el hambre y frenar la desnutrición permanente. Salir al paso ante las necesidades de las familias sin recursos. El de Mieres movía sus cazuelas y bocadillos en el inmenso comedor de la extrema pobreza.

Estos días de nuevo José Andrés ha vuelto a mover las conciencias. La invasión de Ucrania por Putin le ha colocado en el campo de batalla. A pie de escombro, hierro, muerte y hambre. No es la primera vez. El de Mieres nos tiene acostumbrados a estos gestos en la última década con sus acciones organizadas, al frente de una legión de voluntarios y con una logística y organización impecable, rápida y fructífera. Alla dónde llegan los suyos se frena el hambre. La FAO y la ONU refrendan cada uno de sus pasos, que les hace sonrojar ante su lentitud e incapacidad. Va camino del Nobel de la Paz, solo nominado hasta la fecha. «Nun sé si tien perru, nin si lo tien atáu», solo sé que es uno de los grandes de la cocina y el único que hace frente a este planeta egoísta y glotón.