A la guerra, pero poco
UNA FUENTE confidencial de Moncloa me sopla que el presidente lleva días llorando amargamente. Pensé que se trataría de un ataque de conciencia al recordar los muertos de la pandemia que tanto ha ocultado, por la ruina económica del país, por la obscena manipulación de la Justicia, por el vergonzoso indulto a los golpistas, por el compadreo con los asesinos de ETA, o por lo mal que pintan las encuestas en Castilla y León.
Pues no. Según la garganta profunda que tengo en Moncloa, Sánchez está encantado con todo eso. Ha llorado por su exclusión de los grandes en el conflicto de Ucrania. O sea, que «no le ajuntan», que decía Gila en sus crónicas de guerra. El pobre… horas esperando la llamada de Biden. Pero nada: el yanqui a lo suyo, y Sánchez tirando klines por la ventana. Preocupados los asesores, se han inventado una línea caliente en la que Sánchez es el comandante en jefe de los ejércitos aliados al toque de corneta de Gila: «¿Está el enemigo? ¡Que se ponga!».
Ante la exigencia retórica, llamé a la garganta profunda que tengo en la Casa Blanca, que es Jefe de Camareros, y que fue vecino mío en Villalón donde tenía un bar. Oye, Sebas, tú que llevas los cafés al despacho oval, ¿podrás decirme la razón por la que Biden excluyó a Sánchez de la reunión de líderes mundiales sobre Ucrania? ¿Será porque Pedro tiene comunistas en el Gobierno? ¿O porque los separatistas catalanes han pactado con Putin la independencia, la anexión de Ucrania y la subida del precio del gas?
¡Qué va, Antonio, ni mucho menos! Fue excluido porque ni le conocen, que es muy distinto. Biden cree que España es un barrio de México o de Venezuela, porque le relacionan mucho con los de allí y con la cubanía. Y nada más. No me lo creo, Sebas. En España salieron los dos en una foto mundial por un pasillo camino de los urinarios. Boberías, Antonio. Esa foto se vende en la Casa Blanca a los turistas por 20 dólares con esta leyenda: El presidente saludando a un espontáneo en un pasillo.
Me quedé triste con las versiones de mis dos gargantas profundas, pues me pareció escuchar a Gila en la traca de su monólogo ¿Es el enemigo?: «¿Ustedes podrían parar la guerra un momento?... Yo no sé si habrá balas para tantos. Bueno, nosotros las disparamos y ustedes se las reparten». ¡Qué diferente se ve el mundo desde Moncloa y desde la Casa Blanca! Aquí no sabemos si nuestras tropas van a Ucrania para unirse a las fuerzas de Occidente o para hacer una manifestación del no a la guerra.
De momento tienen las dos instrucciones a la vez, pues tanto en Moncloa como en el PSOE el lío es macanudo. Los comités regionales y provinciales parten del planteamiento de Groucho Marx en Sopa de ganso: «La inteligencia militar es una contradicción en los términos». Y claro, han preguntado si sacan las pancartas como en tiempos de Aznar con el no a la guerra, o qué hacen. Les han aconsejado esperar porque a lo mejor hay que ir a la guerra, pero poco. Ahora mandamos nosotros y todo es diferente: ¡somos pacifistas!
Hasta Podemos e Izquierda Unida están en vilo porque, siendo comunistas y socios del Gobierno, la guerra contra el kamarada Putin no es tolerable. Puede llevarles al paro o a la carambola que plantean los Marx en ese maravilloso alegato contra las dictaduras y las guerras que es Sopa de ganso: «¿Se da cuenta de que nuestro ejército se enfrenta a una derrota? ¿Qué piensa hacer?», y contesta el otro: «Me he pasado de bando». ¿Y eso? «Bueno, es que aquí la comida es mejor».
La verdad es que yo también estoy muy confundido con las cosas que dice este Gobierno y sus socios sobre el posible conflicto bélico con Ucrania. Así que no me queda más remedio que acudir a mis fuentes literarias, que en este caso -como han observado desde el principio- provienen de Gila y de los hermanos Marx. Los sostenes de estos genios del humor encuentran su despendole natural en el Consejo de Ministros de Sánchez.
No hay ocurrencia de estos talentos del ingenio que no tenga una réplica remendona para explicar en serio el envío de tropas a Ucrania. Y es que, efectivamente, van de verdad a la guerra, pero al modo progresista: con unos cañones y unos fusiles que no tienen boca de fuego porque son pacifistas. O como decía Gila: «No es por chulearme yo, pero ¡cómo mato! Un día en un combate le pegué un tiro a uno y me dijo, ‘que me has dao’, pues no seas mi enemigo. ‘Ay, es que me has hecho un agujero’, pues ponte un corcho».
En fin, amigos, que han mandado barcos y aviones de guerra para hacer turismo de invierno en Ucrania, que allí hay mucha nieve y está aquello muy bonito. ¿Se imaginan esto gobernando la derecha? Da grima pensarlo. Tanto como este ridículo magistral en decir sí y no a la vez porque mandamos nosotros y nos viene bien así. A lo mejor fuera de España esta traca no se ve tan normal como aquí. Pero ya lo advertía Groucho con toda seriedad: «No permitiré injusticias ni juego sucio, pero, si se pilla a alguien practicando la corrupción sin que yo reciba una comisión, lo pondremos contra la pared… ¡Y daremos la orden de disparar!». Por supuesto.