Diario de Valladolid

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¿Feliz Navidad o Felices Fiestas? Lo que usted prefiera, querido amigo, dependiendo de sus creencias, sentido del humor, o problemas económicos. Al fin de cuentas, la libertad, como escribía Virgilio hace siglos, la amolda el hombre a «su propio gusto» con una facilidad que a veces espanta. 

Y dicha esta verdad como la copa de un pino, permítanme ahora una aclaración personal, que pueden tirar a la papelera de inmediato. Para mí, desde que el impostor Zapatero –hace años–, quiso darme el cambiazo de la Navidad por las Fiestas, y  de la Historia por la Ley de Memoria Histórica, este servidor ya no es el mismo. Sencillamente, me pasó como a Orwell en su Rebelión en la granja: que no me gustó un pelo, ni una pizca,  que un político de tres al cuarto como él, decidiera por mí lo que no me consultó y ni quiero además oír: que la Navidad sea una especie de botellón de burbujas progresistas, y que la historia se convierta en la paja mental de un meteorólogo laico en diciembre. 

Desde mi condición de agnóstico –es decir, que no llego a entender por mis propios medios ciertas aseveraciones de la fe o de la Trascendencia–, la Navidad celebra la Natividad, o sea el nacimiento de Cristo. Con esto tengo suficiente, pues se trata de algo objetivo. Lo cierto es que oigo la palabra Navidad y,  de inmediato, retumba  en mi  mente una realidad palpable: el nacimiento de un niño, la expectación de vida, y la suspensión de todo lo inútil. Y aquí la fiesta cobra sentido, claro que lo tiene: y es que hace irrepetible la historia de cualquier hombre. Y también la de este Hombre en particular, que cambió la historia, dio origen a una civilización, y lanzó una consigna a la humanidad entera que aún retumba en todos los seres: que sin amor no hay quien viva en este planeta, y menos fuera de él.  Y nada más. Feliz Navidad a todos.

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