El agua, y su uso eficiente, al servicio del hombre
El consumo de agua en la agricultura se está convirtiendo en nuestro planeta en algo vital. Si hay una actividad económica que dependa del recurso hídrico, esa es la actividad agraria. Sin agua, los agricultores no podrán facilitar el adecuado desarrollo de sus cultivos, y se reducirá considerablemente la producción de alimentos, no siendo posible alimentar a una población mundial creciente.
Y a este respecto, desde la Junta de Castilla y León apostamos por reforzar en nuestra Comunidad la importancia del regadío ante el reto demográfico. Tengamos en cuenta que, en las zonas donde se transforman hectáreas de secano en hectáreas de regadío, la incorporación de jóvenes agricultores al sector es 6,5 veces superior, las producciones por hectárea resultan 3,5 veces superiores, y eso permite garantizar no solo el futuro de nuestro campo, sino también de nuestros pueblos. Donde hay regadío hay gente.
Para la Consejería de Agricultura, Ganadería y Desarrollo Rural existen aspectos que se deben incluir en el documento final del próximo Plan Hidrológico para el período 2022-2027. En el caso de nuestro río Duero, la cuenca hidrográfica de España con peor capacidad de regulación dentro de las cuencas de los grandes ríos españoles, entendemos que la Confederación Hidrográfica debe considerar los incrementos de la capacidad de regulación como actuaciones estratégicas y necesarias para garantizar el futuro del desarrollo rural y de la población, haciendo frente, de esta manera, a las consecuencias del cambio climático. Además, en regadío tenemos un déficit en Castilla y León en cuanto al número de hectáreas, solamente el 12% del total de hectáreas de cultivo, siendo la media nacional del 21%. Es decir, un 9% menos.
Así, empezando por esto último, es cierto que Castilla y León ha ganado 50.000 hectáreas de nuevos regadíos en la última década, llegando ya a más de 500.000 hectáreas, pero no podemos conformarnos. De ahí nuestra reivindicación a la CHD para que, al menos, 7.000 hectáreas más de regadío se incluyan en el nuevo Plan, a mayores de las contempladas en el borrador, que beneficiarían a las zonas de Valderas en León, Sector V del Cea-Carrión o un incremento de la superficie en la zona del Valdavia en Palencia, además de una consideración correcta de las superficies de La Armuña con el objetivo de aliviar la presión de uso sobre los recursos subterráneos. En relación al incremento de la capacidad de regulación, tengamos en cuenta, además, que el Plan Hidrológico actual contempla únicamente dos regulaciones como son las de las zonas del Órbigo y el Carrión, si bien esta última está dotada con unas cantidades de inversión muy escasas en el nuevo plan que no permitirán poner en marcha estas infraestructuras a lo largo del periodo, como señala el borrador. Por lo que es necesario respecto a éstas, en primer lugar, exigir mayor rapidez para la puesta en marcha y, en segundo lugar, una adecuada dotación presupuestaria para acometerlas.
Pero al mismo tiempo abogamos porque se permita el mantenimiento de los regadíos de aguas subterráneas en el futuro, sin aplicar limitaciones a las actividades existentes en la actualidad. Esto pasa, inequívocamente, por conseguir que se incluyan en el Plan actuaciones como la regulación del Tormes, en Salamanca, con un recrecimiento de la presa de Santa Teresa, para que permita mantener e incluso incrementar las superficies de regadío dependientes de La Armuña que aún están sin transformar y sustituyendo por otro lado regadíos que actualmente se nutren de recursos subterráneos.
Todo ello, junto con las intervenciones de regulación en el río Cega, a través de la presa de Lastras de Cuéllar, o balsas de regulación de recursos invernales en la zona de Tordesillas, que darían solución a los problemas de aguas subterráneas en el norte de la provincia de Salamanca, sur de Valladolid y varias zonas de Ávila y Segovia.
El objetivo de conseguir unas condiciones adecuadas de estas masas de agua no puede realizarse a costa de limitar, reducir e impedir el futuro de muchas de estas explotaciones. La planificación hidrológica debe incorporar medidas tendentes a la consecución de este buen estado, lo que es fundamental para garantizar una cuenca mucho más resiliente frente a un enemigo invisible: el cambio climático. La agricultura se enfrenta en las próximas décadas a ese fenómeno que intimida, y que ya se hace notar en nuestro país. Aumentará notablemente la presión sobre el uso del agua, por eso se antoja una reacción urgente para permitir las actividades necesarias que se precisen y garanticen el desarrollo rural en nuestro territorio, el mantenimiento de la actividad socioeconómica, la población y el empleo.
La planificación hidrológica es una herramienta fundamental para conseguir este objetivo y si el próximo Plan no da confianza a los jóvenes de Castilla y León para que sigan apostando por el desarrollo de su actividad en el medio rural, tendrá graves consecuencias para el futuro de la Comunidad. Necesitamos políticas hídricas que aborden con valentía el reto demográfico y el mantenimiento de los espacios rurales.
En 2050 será necesario producir un 60% más de alimentos a nivel global y un 100% más en los países en desarrollo. Parte de esta oferta adicional deberá venir de la agricultura de riego y tal avance se debe conseguir en muchas regiones, mejorando la eficiencia en el uso del agua y las prácticas agrarias sostenibles.
Es necesario que tomemos conciencia, no sólo desde el ámbito de la agricultura, sino como sociedad, de la necesidad de preservar el agua como recurso imprescindible para nuestra supervivencia. El regadío genera riqueza y posibilidades a los agricultores, y es vital frente al reto demográfico, porque allí donde hay riego es donde están los jóvenes, ‘la vida’ de nuestro medio rural. El agua, y su uso eficiente, siempre debe estar al servicio del hombre. Lo contrario nos ahoga.