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CIERTAMENTE, corren tiempos apocalípticos. Lo advirtió Gonzalo de Berceo en el medievo: «El día postrimero commo diçe el Propheta,/ el Ángel pregonero sonará la corneta./ Oyrlo an los muertos cada uno en su capseta,/ correrán al juiçio quisque con su maleta». Pues esto, más o menos, es lo que nos dijo, hace unos días, el Secretario General de la ONU para justificar su sueldo y las dietas de su viaje por Europa. Urbi et orbi anunció a todo quisque el fin del mundo. No desveló qué había desayunado esa mañana ni cuál fue la cena de la noche anterior –seguro que un sándwich frío– para evitar el calentamiento climático.

El caso es que sus palabritas –como casi todas las dichas en la Conferencia de Glasgow para salvar al mundo–, han creado confusión en las almas sencillas. Por ejemplo en mi vecina Carmina, que estaba desencajada: Oye, Antonio, ¿hago la compra para toda la semana o espero al día que acabe el mundo? Lo digo porque está todo carísimo, y sólo me faltaba gastar lo que no tengo en el día que ya no hace falta.

Mira, Carminica, ese engaño ya se vendía en el medievo, y lo resolvió el Arcipreste de Hita: «Si tuvieres dineros, habrás consolación,/ placer y alegría y del papa ración,/ comprarás paraíso, ganarás salvación:/ do son muchos dineros, es mucha bendición». ¿Qué te dice la cara de Pedro Sánchez desde su pulpitillo? Pues que es la misma jeta de aquellos sacamantecas con sus anuncios apocalípticos, sus pandemias, sus ríos de lava, con la Sexta predicando que morir podemos ya lo sabemos, y cada quisque con su cepillo.

No entendió lo del medievo, pero estaba muy triste. Ya ves, y ahora con el asesinato de este pobre niño, Álex, que no tiene la culpa de nada, sale ese Ministro de cara odiosa, mierdosa y sinvergüenza, diciendo que se ha cumplido la legalidad. A mí, Antonio, todo esto me escandaliza. Y encima el pánfilo de mi marido me pregunta que si el domingo habrá o no partido.

Tiene razón Carmina. La impostura es mayúscula, y lo de ese pobre niño es el símbolo de una situación terrorífica. 

Nos preocupa el deshiele de los polos, pero no el asesino que se sienta en un parque para elegir a su víctima. Avergüenzan esos legisladores, jueces, Gobierno, partidos políticos, e Instituciones Penitenciarias, que hacen cambalaches y retuercen las leyes con un buenismo repugnante que, de facto, defienden los derechos del asesino con libertades definitivas o provisionales y con barra libre.

Éste sí que es un verdadero calentamiento climático. Esta legislación hispana para asesinos en serie, tan infame, tiene sus responsables, impulsores, defensores, y sus Poncio Pilatos. Pero este tema, al no entrar como violencia de género o como memoria democrática, no interesa. Pues ya ven, este clima nauseanbundo, que ampara a un asesino, ya le asqueaba hace siglos a Santillana y lo redujo a lo más bajo de la condición humana: al filo de un «cuchillo mangorrero», escribía.

Sin mentar al presente, los santones del cambio climático nos hablan ahora de apocalipsis y de futuro con el mismo cuchillo mangorrero. O sea, Sánchez en estado puro. Como su presente no hay por dónde agarrarlo –ruina económica, pandemia, catástrofes, persecución y humillaciones a las víctimas, y una enfermiza fascinación por los criminales–, se nos ha hecho militante del mester de clerecía con esta charlotada socialcomunista: agárrate al futuro, cobra en presente, y persigue a los pecadores hasta los estertores de la extremaunción.

Así que se han inventado todos un Apocalipsis con pinganillo que toca la trompeta devastadora del quinto ángel «como el tormento del escorpión cuando hiere al hombre». Lo genial es que todos estos profetas del calentamiento cobran dietas, se trasladan a Glasgow en 400 aviones, copulan en grandes hoteles, peroran sobre la crisis del gas y de la luz, y lanzan así su proclama medieval: la naturaleza hoy castiga al hombre por el capitalismo. O sea, que el Juicio Final no es más que comunismo contra capitalismo y, como decía el ángel, «ya no habrá más tiempo» que el nuestro. ¡Qué desvergüenza, qué marketing de mangutas poniendo en la frente de los hombre «el sello de Dios».

Y todo esto sin decir una palabra sobre las víctimas reales del presente como ese niño asesinado, los asesinatos no aclarados y silenciados de ETA, las víctimas del recibo de la luz, la gente del paro, y un largo etcétera de injusticias y opresiones que molestan intrínsecamente al discurso teórico de este Gobierno. Algo terrible pues, como decía Graham Greene, «las víctimas no son siempre las mismas».

Ni son siempre las mismas, ni tampoco algo general y opaco. Son tan particular y profundo como el dolor del sufriente. Así que me rebelo por el manejo infame de este Gobierno para quien las víctimas son siempre las mismas y a conveniencia. Son tan desalmados, que sólo buscan la etiqueta ideológica que sustituya la realidad por su eslogan: no mires el hecho, y mira la etiqueta que te pongo. Al repugnarme sus etiquetas y ejecuciones sumarias, ya sólo busco la verdad en los ojos de las víctimas como el niño de Lardero.