Biden en caída
PINTAN bastos para el presidente Joe Biden. Esta semana, el Partido Demócrata perdía uno de sus feudos durante los últimos años, el estado de Virginia, donde el nuevo Gobernador será republicano a partir de ahora. Las encuestas, que casi siempre aciertan en este país, ya anticipaban este cambio del azul al rojo. Han pasado apenas nueve meses desde que Biden llegara a la Casa Blanca y su índice de aprobación entre los estadounidenses alcanza solo el 43%, lo que le sitúa en el tercer peor presidente de la historia a estas alturas de mandato. No sirve de consuelo que su antecesor en el cargo, el psicópata de Trump, todavía tuviese peor consideración entre la ciudadanía. Lo cierto es que los meses transcurridos desde que llegara al 1600 de la Avenida Pensilvania el pasado 20 de enero no han dado para mucho, más allá de contribuir a calmar las cosas y a devolver un poco de cordura a la manera de gobernar. Trump hizo un inmenso daño a este país fracturando la sociedad en dos e intentando socavar los mismísimos cimientos de la democracia con su actuación, que se encuentra bajo escrutinio judicial, durante el asalto al Capitolio. Y Biden tuvo que partir de ahí, con un país boquiabierto al asistir en directo a un intento de golpe de estado en toda regla, para poner en marcha su programa. No lo tiene fácil. La efervescencia económica de principios de año se ha ralentizado, con la mayor inflación de los últimos treinta años y los problemas de suministro agravados por unos índices de contagio del covid19 que no acaban de mejorar golpeando fuerte hasta provocar una recuperación que se torna ya bastante tímida. Todo ello coincide con el estancamiento de su agenda en el Congreso, y no solo por la feroz oposición que ejercen los republicanos sino también por las enormes diferencias que existen dentro del Partido Demócrata. Para los Republicanos, pero también para algunos Demócratas, mejoras sociales como el disfrute de una baja por maternidad o un sistema sanitario accesible para todos son ‘medidas de corte socialista y comunista’, como no se cansan de repetir. Por cierto, suelen ser los mismos que cuando viajan a Europa vuelven encantados porque han podido ir a un hospital pagando unos precios asequibles, de risa diría yo, y hablando maravillas del estado de bienestar del que disfrutan allí. Joe Biden ha perdido esa aura de gestor eficiente con la que llegó, agravada por asuntos como la accidentada retirada de Afganistán o la sempiterna crisis inmigratoria que sufre este país, aunque haya conseguido terminar con los escándalos de su predecesor, sus tuits de madrugada, los continuos ceses y dimisiones de los miembros de su administración o los insultos a sus aliados. No es suficiente.