El agua para el botijo
MIENTRAS compartimos estas líneas, el río Arlanza va llenando poco a poco el embalse de Castrovido, una vez que se ha puesto en servicio la presa después 29 años de trámites y 14 de obras de construcción. Se trata del último pantano puesto construido en España y puede ser que durante muchos años más sea el único. Al menos con su planteamiento y dimensiones. Más exactamente, han sido 43 años los que se ha demorado la ejecución del proyecto actual, pero los primeros pasos administrativos para construir un embalse en la cuenca alta del Arlanza se remontan a la época de Primo de Rivera cuando se destinaron las primeras pesetas, 139 millones, que se dilapidaron en un proyecto que quedó estancado durante décadas. Por aquel entonces esta obra se la conocía como el pantano de Retuerta, que es el nombre de otra población cercana a la localidad burgalesa de Salas de los Infantes, al igual que lo es Castrovido. Ni siquiera en la época del mayor inaugurador de pantanos de la historia se llegó a impulsar la obra, aunque uno de los gobiernos de Franco, con el general Jorge Vigón al frente de la cartera de Obras Públicas, le dio cierto impulso en 1964, treinta años después de que se anunciara su construcción y siete después del primer proyecto. No fue mucho más lejos. Ya en democracia, con los dos principales partidos en alternancia en el poder el proyecto entró en vía de ejecución, pero se atascó de nuevo. Más por cuestiones ideológicas y presiones del ecologismo de izquierdas que por problemas reales del proyecto. Quince años nada más y nada menos hasta que se aprobó el diseño definitivo siendo ministra del ramo Cristina Narbona, también conocida en Burgos por su fijación no sólo por capar la capacidad de esta presa sino por su persecución a la centrar nuclear de Santa María de Garoña. Desde fuera y desde dentro del Consejo de Seguridad Nuclear. Incalculable el daño que pudieron hacer sus vaivenes políticos y los peajes ideológicos que Burgos ha pagado a su salud. Pero todo llega, aunque sea de aquella manera. Así las cosas, se puso en servicio la presa con un sencillo acto con el secretario de Estado y la presidenta del al CHD. Como quien no quiere la cosa, como reconociendo vergonzosamente que no había derecho a una inauguración como Dios manda tras tantos años de retraso. Esta medalla no se la quería poner nadie, no fuera a ser que los que nos acordamos de las protestas campesinas por la presa las fuéramos a recordar en público o los que criticamos que se capara la presa volviéramos a la carga. Lo importante, habrán pensado, es que la presa se llene y frene las avenidas del río, que es lo único que hará porque de los cultivos de regadío no queda ni la mitad porque el agua les hacía falta hace veinte años. Ahora, el agua para el botijo.