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EL 9 DE NOVIEMBRE DE 1989 constituyó una fecha memorable que ha marcado un antes y un después en la historia de la humanidad, ya que ese día tuvo lugar un hecho que algunos han catalogado como el fin de la era contemporánea, con la caída del Muro de Berlín, el fracaso de la ideología comunista, el derrumbamiento de la concepción política, marxista-leninista y la descomposición de los países que conformaban la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas cuyo icono fue las URSS y su particular y huraña simbología: la hoz y el martillo en la bandera roja, que han pasado a formar parte del imaginario colectivo del mundo globalizado.

Pero el resultado no se produjo de manera fortuita e inesperada, ya, que más bien, fue un proceso que se inició varios años antes de caminar de mano de aquella Perestroika basada en la reestructuración de sistema económico, que con el impulso de su presidente Mijaíl Gorbachov - hombre providencial y de efecto decisivo para la disgregación del imperio Soviético - se abordó su desmantelamiento.

En este contexto, el Gobierno Soviético decidió el aperturismo político para todos los estados pertenecientes al pacto de Varsovia. Debería llevarse a cabo en los plazos que cada país eligiera y eso contribuyó a que en el campo politológico, esta manera de proceder fuera definida como doctrina Sinatra en clara referencia al cantante norteamericano Frank Sinatra y a su archiconocida My Way. Pues, cada territorio, cada nación, elegiría la forma de solucionar los asuntos internos, sin injerencia ni intervenciones de aquel Politburó Soviético. De ese modo, las naciones del bloque del este, disponían de libertad de elección para transformar sus ulteriores estructuras gubernativas e institucionales, ya que se autogobernarían sin imposiciones externas. El término de la doctrina Sinatra fue acuñado por el apenas conocido secretario de prensa del Ministerio de Asuntos Exteriores de la época de Gorbachov, personaje que pasó a la posteridad sin pena ni gloria. No me molesto ni en escribir su nombre. 

Hoy en esta vieja España estamos inmersos en nuevos confinamientos, a la vez que se nos ofrecen políticas perniciosas que dinamizan el regreso a ese pasado desalentador. Quizá el actual Gobierno de España esté aplicando, a través de sus socios, un regreso dirigido a políticas anacrónicas y nocivas; y aunque «parece» que deja que las comunidades autónomas decidan, las sigue interviniendo para así disponer lo que hemos de hacer y pensar los ciudadanos. Lástima que en el siglo XXI sigan añorándose políticas que limitan la libertad, que lo regulan todo hasta extremos insospechados, que intimidan y coartan a quienes vivimos y deseamos vivir en un estado democrático.