Mal agüero
MENSAJES CRUZADOS
LAS NOTICIAS que aportan mal agüero a cualquiera de los sectores de la población, son concebidas como el vaticinio que en El Cantar del Mío Cid tuvo Alvar Fáñez cuando, a la entrada de Burgos, observó que don Rodrigo meció los hombros y sacudió la cabeza, con preocupación, porque veía la corneja a su siniestra.
Por eso, el mal presagio es lo que tiene. Patrocina una suerte de pronóstico negativo que contribuye a que el ser humano se aísle para meditar, y que lo haga rumiando lo virulento. Por esa razón, al enfermo han de dársele auténticas esperanzas cuando su enfermedad es razonablemente superable, pues siempre me han dicho que el ánimo ayuda en la recuperación. Y es que ahora es el momento de que quienes rigen los destinos de este país vírico y turbado atisben soluciones, no desafíos, y tampoco profecías amenazantes que podrían ir orientadas a suscitar la falta de entendimiento, o a que la excesiva impaciencia que solo propugna el miedo, anhele redimirnos. Esa es la razón por la que hemos de hacer caso omiso a todo lo encarnan los aspectos negativos; lo que formó parte de un pasado lleno de torpezas, donde, efectivamente - hace ya casi un siglo - se instaló una dictadura que siempre pervivirá como recuerdo del pasado nocivo. Sin embargo, el exceso de negatividad aporta, a la mayoría de las personas, un eco de ansiedades que pueden concluir en aspiraciones de desagravio, incluso de venganza. Pero no hay a quien desagraviar. Eso pienso. Los protagonistas de la dictadura están muertos y enterrados y se corre el peligro de que regresemos a alguna de esas dos españas «que han de helarte el corazón».
Esta España nuestra, también de vascos y catalanes, está orientada hacia el futuro o, al menos, eso creíamos hasta ahora, y más, cuando miles de familias también están pasando -en este mismo momento- por el penoso trance de la muerte. Por eso propongo que obremos con mesura, que ahí late el germen de la vida y es auspiciador de la mejor convivencia: la que no contribuye ni ha de contribuir a lo negativo, ni damnificará a los demócratas que vislumbramos nuevos y despejados horizontes y así, solo así, podremos recrearnos en la mejor de las emociones.
Pues la confianza ha de ir solapada con lo bueno -con lo mejor- que todos nosotros representamos. Incluso, cuando pensamos de un modo diferente y por eso invoco dos renglones esperanzadores, humildes, como la buena poesía y decisivos, escritos por Álvaro Cunqueiro en Las mocedades de Ulises: Nacieron las hierbas otra vez, y las cosas tuvieron nombre. Reemprendieron su curso el sol, la luna y las estrellas.