Cerrar

Javier Pérez Andrés

Conviene no olvidar

TIERRA ADENTRO

Creado:

Actualizado:

CORREN TIEMPOS en los que deberíamos repasar las lecciones del pasado y releer los libros de antaño. La primera lección que se nos viene encima es esa que dice: «Quien olvida su historia está condenado a repetirla». Sobre ello, nunca he tenido clara su interpretación, depende de qué tipo de historia se trate, pues, salvo genocidios, el asunto puede tener dos caras o más. Por ejemplo, imaginemos que olvidamos el Siglo de Oro español. Hala, borrado de un plumazo, hasta del disco duro. Peguntas por la calle: ¿y qué fue de Luis Vives; los Valdés; Francisco de Vitoria; Garcilaso y Fray Luis; Mateo Alemán; Teresa y Juan; Quevedo; Góngora; Cervantes y de Lope y Velázquez y el Greco y nuestros berruguetes; Pedro y Alonso? Bendita condena si tuviésemos que repetirla y nos volvieran otra vez… Por cierto, me detengo aquí porque me estoy dando cuenta que he leído, visto y escuchado poco o nada de la historia que debería recordar porque dicen que en ese periodo está el meollo de la entraña de esta vieja nación, en el Siglo de Oro español. Lo paradójico es que el fruto de este hervidero se fraguó bajo las faldas de la corte y sus cortesanas. Volvamos a la frase del olvido. Según la Wikipedia (lo siento, confieso que he tecleado) la escribió Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana, que fue -según la misma fuente- un filósofo, ensayista, poeta y novelista estadounidense de origen español, zamorano de nacimiento, para más señas. El que fuera profesor en Harvard dijo otras frases tan suculentas como que «la memoria es un rumor interno» y «solo los muertos han visto el final de una guerra», y, matizando la primera llamada, «aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo». Y claro, en esta situación en la que río y pescadores están de fango hasta las orillas, le entra a uno cierto terror pandémico por lo que pueda pasar. Analizando los síntomas, aparecen las mismas ampollas que tanto dolor, hambruna e injusticias provocaron. De cuando reyes y señores todo lo cogían. Servidor, que tiene ya unos años, creía haberlas frenado y conseguido esa parcela de libertad con minúsculas, la de andar libre por la casa de cada cual sin señoritos y amos. ¿Quiénes son los malos? ¿quiénes los buenos? Madre dice que hay que escuchar siempre a las dos partes… El problema es que son más de una y todas embarradas. Seguiré buscando entre ese tiempo que va de Colón al Renacimiento, para no olvidar al menos la esencia. Antes de que rompa el nublo.