Diario de Valladolid
- E.M.

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Antonio Piedra

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Acabó este febrero, bisiesto y carnavalero , con la marcha de  mi pueblo: «A la puerta de naide/ no llama naide,/ porque no sabe naide/ cómo está naide». Sin cita ni llamador se han vaciado los pajares y los cuerpos. Hoy sólo quedan los cuernos y las carcasas. Lo nunca visto: hemos asistido en este carnaval, con todas las marionetas de varilla y de ventriloquia, a la puesta de largo de este Gobierno de chirigota. Carnaval y política se han mezclado en una cama obscena y redonda de simulacros y máscaras, de cojoneras y de letrinas que son muy evidentes.

Desde El entierro de la sardina de Gutiérrez Solana, no habíamos visto nunca algo tan sombrío y surrealista como el entierro de la Justicia que se ha abierto en canal con el nombramiento de la nueva Fiscal del Estado . Una persona con una imparcialidad a prueba de chirigota que, unido al mejunje de sus picantes declaraciones, no pasaría en cualquier país democrático la selección sardinil para latillas en conserva. Pues aquí, la nombran Fiscal General.

¿Y qué decir –¡qué risa tía Felisa!– de esa mesa chirigotesca y de pesadilla que, con himnos patrióticos de dos reinos –España y el Condado de Barcelona–, ha reunido a  griegos y troyanos para decidir que el código penal no existe y que la Justicia no es más que política en un embudo con piqueras y junqueras, con comunistas y separatistas, y con todos los istas haciendo mayonesa? Pues lo que cantó la mi vecina en este carnaval: A la puerta de Atila/ sólo llegan los memes,/ pues los chivos ya saben/ que la hierba no crece.

¿Y qué decir de la orgía en carnestolendas, que en 15 sesiones de arte y ensayo, han protagonizado la Delcy y el Ábalos a ritmo de reguetón caribeño ? Pues nada:  que callen las jotas españolas, porque allí donde explota una comparsa venezolana y chavista –incluido en autopista Schengen– siempre saltan chispas. Todo un carnaval que celebran los rijosos mesetarios con alaridos: Con la polka de Delcy,/ y del coronavirus,/ la pulga del gran Ábalos/ espanzurra ladrillos.

Y si esto ocurre en mi pueblo de Campos y en mi vecindario pucelano, ¿qué dirán los de Cádiz, el único territorio que no conquistaron los franceses, y que con su resistencia construyeron un santuario liberal y una constitución modélica? ¿Qué dirán, me pregunto,  con sus chirigotas, coplillas, pedorretas, cortes de manga, y mala leche popular que resumen el estado de la cuestión de estas mesas tan bien surtidas? Pues lo que piensa el pueblo o la gente que dicen ahora: Ay, España, pobre España,/ quién te mira y quién te vio/ ahora ya ni te conoce/ la madre que te parió .

Y es que esta mesa, más que una copla carnavalesca, ha sido una chirigota constrictor . Ahí hemos visto, en muñecotes de cartón piedra bien caracterizados, a Sánchez, a Torra, a golpistas, a ministros con plausómetro, y a mascarones de proa, representando lo que Valle–Inclán llamaba el gran esperpento nacional.  La tragedia, cuando entra por los Pirineos y llega a la capital del Reino, convierte a España en orgía esperpéntica, repetía el dramaturgo. Nunca mejor empleado el nombre de esperpento para esta mesa que disimula un falso diálogo, y que esconde bajo el tablero acabar con España, con nuestro pasado y nuestro futuro, bajo la falsilla al trote del narcoestado venezolano.

Si en los carnavales de hace un año nos hubieran contado la existencia subliminal de esta mesa absurda y disparatada, no nos lo hubiéramos creído. Tampoco el vulgo engolfado en esta coplilla: Cada vez que oigo a Sánchez/ en el Congreso/ le ronca a Monipodio/ el huevo izquierdo . Pues aquí esta este Gobierno, y sus representantes esperpénticos, haciendo de los carnavales realidad, y colgados hasta las trancas de las ensoñaciones del Tribunal Supremo, y a María Jesús Montero pidiendo +, + « Soluciones imaginativas ».

Mientras, los tractores llenan nuestras carreteras fecundando la tierra , y somos testigos mudos de la cara de póker de unos jugadores ministeriales que nos llevan a la ruina descarada en arreboles. Es el modo oficial y progresistas de hacer caja, y que los macanudos de Cádiz  han filmado en directo: «Lo que más nos gusta a los políticos es pactar,/ es pactar,/ es pactar,/ es pa estar mangando,/ otros cuatro años más». ¿Sólo 4?

Mientras, las coplillas golfas de aquí y de allá retumban como atractivo chungo, pero avisando. Se trata de las nuevas profecías . Pero como siempre ocurre con los profetas, no se les escucha. No tienen televisiones propias y sólo cantan por las calles. ¿Y qué pasa? Pues que sus verdades y denuncias apenas caben en alguna columna loca como ésta en contra de una casta parasitaria como esta: no dicen una verdad/ ni aunque les pillen durmiendo,/ que aprendieron a pesar/ mientras estaban mintiendo.

En fin queridos amigos, si quieren sobrevivir a este mundo carnavalesco y sanchista de mesas medievales –pantagruélicas, asaltantes, y esperpénticas–, primero no te dé igual. Segundo, ponte una careta de tonto resfriado, y sigue viviendo. ¿Hasta dónde? Hasta la verdad mínima: hasta que una boda sea un gozo y un funeral por coronavirus, ay, una pena.

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