Culebrón venezolano
HABLANDO DE culebrones ya dijo Séneca en su tratado De Ira: «Todo nos puede hacer reír o llorar». Hoy río desde Valladolid para que la pieza no acabe en culebrón español, que son malísimos. Compruébenlo. Ayer subió a casa mi vecina Carmina con la bolsa de la compra muy acalorada: ya lo sé todo, me lo han dicho en la frutería; todo el mundo lo comenta en Valladolid y yo sin enterarme; eso me pasa por boba, por ver la una y la sexta que son las teles del Gobierno.
A duras penas conseguí que se sentara ante un vaso de agua. Pero ni por esas: te digo que ya lo sé, lo sé todo. Me cabreó: Carmina, suéltalo ya, y dime qué coños sabes. Con los ojos saltones me dijo: sé todo el lío de Venezuela en el aeropuerto de Barajas; resulta, mi hijito, que es un tema de cuernos, así como te lo digo. A ver, Carmina, que se te va la olla, rica, ¿cuernos de quién y con quién?
Y me lo describió con toda clase de detalles. Resulta que en la frutería El capricho estaban contando que un guardia de seguridad del aeropuerto de Barajas, que es primo de una de Valladolid, que vive en la calle Cornucopia, vio en la sala VIP bailando, muy acaramelados, a Ábalos con la Delcy. Según Carmina, todo Cristo da por hecho que los dos príncipes están profundamente enamorados. Haciéndome el tonto, la interrogué hábilmente: ¿Pero puede saberse quiénes están enamorados?
Resulta, me susurraba, que esa señora de la mafia venezolana –la tal Delcy– es de armas tomar. Al parecer, antes estaba liada con Iglesias. Pero como el marqués de Galapagar no fue a buscarla al aeropuerto o aeropuerta, tal y como habían quedado para arreglar el lío de las 40 maletas, se presentó el Ábalos. Se cabreó como una mona por el cambio, pero al verlo de cerca se dijo: coño éste tampoco está nada mal. Así que empezaron con una samba tropical. Y es aquí, entérate, donde entra el primo de la calle Cornucopia, pues fue a llevar unas botellas de ron Pálido, made in Motril, que pidieron, y lo vio todo tal y como te lo cuento.
Me despedí de Carmina un tanto preocupado, pues ella seguía con su retahíla: lo sé todo, lo sé todo. Con las mismas, llamé a mi psicólogo, se lo conté con pelos y señales, repitiendo lo de Carmina: lo sé todo, lo sé todo. Noté un silencio espeso por el móvil, y me advirtió: Antonio, ni se te ocurra contar la historia no sea que acabes en la cárcel; las nuevas leyes que está haciendo este Gobierno penalizan los culebrones rumberos sobre los suyos; sobre los otros no importa tanto la cosa.
Siguiendo la traca de los clásicos que «en la risa se conoce al fatuo», me manifestó su preocupación por el mal gusto de Ábalos: no pierdas el tiempo, pues esta señora no da ni para una samba ni para un bolero ni para un lagarejo. La política española es un mal culebrón, algo lógico en los que gobiernan. Ya te he dicho que aquí acabamos todos locos copiando las prácticas del PSOE en Andalucía: todos al puticlub con el dinero de los impuestos, pues esto, según ellos, sí que da una gran ventaja.
En este culebrón venezolano –me repitió como si citara a San Bernardo de Claraval– no te fíes ni de dueño sonriente ni de cielo sereno. Si hacemos la lista de los despropósitos del Gobierno, resulta más larga que la de los reyes godos que empezaba por Ataúlfo y acababa con don Rodrigo. A la banda de Sánchez sólo se le conoce una actividad: machacar y culpabilizar de todo a la malvada oposición. Incluso del coronavirus que, ya lo verás, algo tiene que ver con el PP, Cs, o Vox.
Como están subidos al burro y aran día y noche con él, la derecha derecha y la derecha extrema no son más que un parte meteorológico: hoy hará bueno. Ahí sigue acorralada con los desaguisados del Gobierno, y marcada por una jauría de perros. ¿Hasta cuándo? Ya dice el refrán que un gato acorralado a veces se convierte en un tigre. Hasta ahora sólo ladran los perros. El día que el gato dé un zarpazo, el culebrón quizás mute en serpentina.
Escéptico del todo, le respondí a mi psicólogo que vale: que eso sucederá cuando las ranas críen pelo. Hombre, tampoco te pongas así para dar los buenos días, me repuso. Se ve que el nervio vago lo tienes hoy a la virulé. Mira, galeno, el único nervio vago que no funciona aquí es el del país, repuse. Me aconsejó, no obstante, ver menos tele, oír menos tertulias, leer menos periódicos y que viera alguna película.
Y me fui con mi santa a ver la película de moda que es Parásitos. En un zas comprendí que este Gobierno, y este PSOE que lo apoya haciéndose el tonto, son mis parásitos. Más aún: que el culebrón venezolano Delcy-Ábalos habla de los mismos parásitos. Item más, entendí cómo una noche en Barajas da para tanto chavismo parasitario: mentiras en catarata, prevaricaciones en tonel, saqueos monumentales, untes con tocinillo de cielo, fundiciones y altos hornos para metales preciosos, dólares en lluvia dorada, y esnifadas de narcoestado sin romper la democracia y los derechos humanos. Opción letal –la del chavismo– que acaba de sentenciar Felipe González así: «Si alguien dice que es una oferta alternativa, me pego un tiro al amanecer». ¡Exagerao!