En pocas palabras
Caso zanjado. En cuanto se ultimen los flecos de la composición del nuevo Gobierno entre ERC y PSOE, se pondrá en marcha un nuevo expolio contra el Archivo de Salamanca. Volverán a Castilla y León las sacas, el atraco del siglo según las pautas del Correo de Glasgow, y las impunidades de medianoche para que las ratas disfruten a placer con las alevosías sabrosas que ofrece la infame Ley de Memoria Histórica.
Qué hartazgo, qué ignominia, qué desvergüenza, qué gentuza, qué ladrones en gayumbos, qué historicidas con ganzúa, qué enterradores de cultura, qué brabucones al dente con unos papeles que desvelan sus embustes, qué sátrapas baboseando el menstruo de leyes corruptas. O dicho sin licencias poéticas: nos arrastrarán con + represión al vaticinio de Ramón y Cajal en sus Charlas de café: «Los débiles sucumben, no por ser débiles, sino por ignorar que lo son. Lo mismo les sucede a las naciones».
Si en Castilla y León fuéramos = de débiles que los independentistas catalanes paralizando una Autonomía por supuestos derechos que, según los papeles, jamás tuvieron, otro gallo cantaría. Pero no. Castilla y León, como fundadora de la España moderna, ha muerto de complacencia. Ha abierto las cerraduras del nacionalismo con la más absurda de las paradojas que llena el papo de la anti España: pedid y se os dará.
No hay retorno. Saturar el buche de los nacionalistas catalanes a cambio de poder, convierte la batalla por los papeles del Archivo de Salamanca es una perita en dulce, en una inmensa traición orquestada por los partidos constitucionalistas que gritan: pedid, que hay papeles del Archivo para todos. La razón es tan vieja, que la sentenció el Marqués de Santillana en uno de sus dichos: «Obra hecha, dinero espera». Esto mismo es el Archivo para estos impostores de la Nueva España: letras de cambio a mes vencido.