Diario de Valladolid

De la meseta a los Andes

Los vallisoletanos Óscar Pujol y César Mato completan la ‘Across Andes’, una exigente prueba de ultraciclismo en la que han recorrido durante ocho días 1.450 kilómetros, con un desnivel acumulado de 21.000 metros, en la cordillera sudamericana

César Mato y Óscar Pujol pedalean durante una jornada de la’ Across Andes’ 2019, con la cordillera al fondo de la imagen.-E.M.

César Mato y Óscar Pujol pedalean durante una jornada de la’ Across Andes’ 2019, con la cordillera al fondo de la imagen.-E.M.

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Guillermo Sanz

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Hace cuatro décadas, cuando los canales se contaban con los dedos de una mano, todos los niños españoles abrieron las puertas de sus televisores a Marco, un joven italiano que viajaba desde Génova hasta los Andes en una inolvidable aventura que cautivó los corazones de toda una generación.

En ocasiones la realidad supera a la ficción y las mejores aventuras van más allá de los rayos catódicos. Para muestra, dos vallisoletanos, Óscar Pujol y César Mato, que decidieron viajar desde la meseta hasta los Andes para protagonizar una aventura de ocho capítulos; uno por cada etapa en la que han coronado la cordillera sudamericana en la exigente Across Andes. 1.450 kilómetros dibujaron una carrera de bikepacking y ultraciclismo sin asistencia que ha escrito la palabra reto con letras mayúsculas para sus protagonistas.

Ese reto no comenzó el pasado día 30 de noviembre en Santiago de Chile, donde arrancó la aventura, lo hizo cuando Óscar Pujol lanzó el guante y César Mato lo recogió al vuelo. «Yo conocía esta prueba por Instagram. Se pusieron en contacto conmigo cuando estaba con César. Se lo comenté y tardó cinco minutos en aceptar el reto», explica Pujol. «Estas locuras se tienen que hacer en caliente porque si las piensas en frío te echas para atrás», añade Mato.

Un mes y medio después tomaban la salida en la capital chilena para descubrir «el ciclismo de supervivencia, un ciclismo desconocido para nosotros», como lo define Pujol. Un exciclista profesional como él y un triatleta como Mato se adentraron en el Camino del Inca para poner a prueba su físico y su cabeza. El pulso lo servía «el kilometraje y el desnivel, pero también las altas temperaturas», como relata Mato. «Por la mañana hace una temperatura máxima de 45 grados y por la noche baja a los cero. El cuerpo no se adecuaba muy bien y te le deja hecho polvo», explica.

Después de dos etapas de aclimatación, la aventura siguió su curso por la verdadera Chile, la que no muestran las rutas turísticas. «Era unos sitios bastante inhóspitos. Pasaban dos o tres horas sin encontrar un sitio para rellenar los bidones y eso agobia bastante», explica Pujol. En ese desierto encontraron el auténtico oro chileno: la hospitalidad de la gente; un trozo de sandía o un plato de pasta era maná en el desierto para los vallisoletanos, que recuerdan cómo una mujer les abrió la puerta de su casa para darles de comer e invitarles a dormir la siesta en lo que ella vigilaba las bicicletas: «Tal vez ese día logramos acabarla gracias a esta señora», asegura Óscar Pujol.

Pedalada a pedalada, la dupla pucelana iba recortando kilómetros hasta la meta, grabando en sus retinas paisajes como poca gente ha podido disfrutar. Coronar el Paso Libertadores -en la frontera entre Chile y Argentina- y desayunar con vistas al Aconcagua fueron recuerdos que dieron valor a cada gota del sudor invertida para escalar los 21.000 metros de desnivel acumulado durante ocho días . Todo ello únicamente armados con un culote, una mochila de ropa para el frío y dos bicicletas.

A pesar de la lucha contra los elementos -Pujol sufrió nueve pinchazos-, la «retirada nunca pasó por la cabeza», como coinciden en subrayar los dos protagonistas de esta historia. Ser segundos en la clasificación por parejas es sólo una nota a pie de página, no el título de ningún capítulo. En Chile, el valor no descansaba sobre un lecho de números.

«No sabes dónde vas a dormir... es aventura pura y dura», explica César Mato, a lo que su compañero de aventuras añade: «Íbamos con lo mínimo y te das cuenta de que con poco puedes vivir».

Competir contra uno mismo es el reto más emocionante. Mato y Pujol han puesto a prueba a su cuerpo y su cabeza y la recompensa ha sido tan grande que quieren volver a buscar ese tesoro de nuevo. «Ya sobrevuela sobre nuestras cabezas Patagonia 2020. Nos ha apasionado poder conoce el otro Chile», adelanta Mato.

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