Una pala sin caducidad
JOSÉTOMÉ. El veterano jugador comenzó en el tenis siendo un niño, fue uno de los pioneros del pádel en Valladolid y se proclamó campeón de España de ambos pasados los 50
En el escudo de armas de la familia Tomé bien podrían aparecer una raqueta y una pala. José Antonio Tomé ha hecho de ellas sus espadas para escribir su propia epopeya; una bonita historia interminable a la que el veterano campeón de España sigue sumando capítulos pasados los 50.
El prólogo de esta historia se remonta tiempo atrás, cuando José Antonio Tomé aún era un niño que corría la banda de los campos de fútbol, enrolado en el colegio Maristas. Un cambio de domicilio fue un golpe de timón en su vida. Su familia se mudó a Torrelago y un curso de iniciación al tenis fue el mejor regalo por buenas notas que se podía esperar.
Con 14 años y empuñando una Donnay de madera como la que usaba Bjorn Borg, Tomé comenzó una carrera contra sí mismo. «Hice el cursillo y ahí me entró el gusanillo. Me gustaba la lucha individual. Soy luchador y esa batalla contra mí mismo encajaba muy bien con mis características», recuerda. El jugador sabía que había llegado tarde a la carrera y tuvo que apretar el acelerador a fondo para alcanzar a sus rivales: «Empecé a jugar mucho, porque mis rivales me llevaban seis años de ventaja. Yo controlaba las horas que entrenaban y calculé las que tenía que hacer yo. Si ellos entrenaban diez horas yo tenía que entrenar 20. Si llovía y ellos no entrenaban yo tenía que hacerlo para reducir esas horas. En tres años empecé a luchar contra ellos», explica.
Un torneo social en Torrelago fue la primera batalla ganada por José Antonio Tomé, que comenzó a sumar pequeñas victorias hasta alcanzar las 2ª categoría del tenis. La red era un modo de vida para el veterano, que construyó con 22 años una pista de tenis en la casa de sus padres, donde empezó a dar clases. El mundo de la raqueta parecía no tener ya secretos para el tenista vallisoletano... hasta unas vacaciones en el 97. Un viaje a Tenerife le descubrió el pádel, un deporte casi desconocido hace dos décadas que comenzaba a sonar por ser «el deporte de Aznar». Apenas pasaron unos meses desde su llegada hasta que mandó construir la primera pista de pádel a nivel usuario de Valladolid (ya existían las de la RS Hípica).
José Tomé trasvasó sus conocimientos del tenis al pádel cuando existía un campo casi desierto entre paredes. Lo hizo «con la didáctica del tenis, sobre todo en sistemas de entrenamiento. Era muy similar, pero había que adaptarlo por medio del sentido común, mediante ensayo y error, porque no había nada».
Aprendiz con la pala y maestro con la raqueta, el vallisoletano se terminó convirtiendo en catedrático de ambos deportes, que ha compaginado como entrenador y jugador. Interpretando el primer rol ayudó a moldear a talentos como Alfonso Sánchez, Javier Martínez, Mario Díaz o Íñigo Tomé. Como jugador, demostró que el grip de sus raquetas tienen el poder místico de la eterna juventud.
La de José Tomé ha demostrado ser una carrera de fondo... y él no ha bajado el ritmo. El cielo puede esperar, pero también se puede acariciar con los dedos. Así fue para el vallisoletano, que en apenas dos años se proclamó campeón de España por partida doble. Primero en 2017 con el tenis etiquetando la peana del trofeo. Los jugadores del Valladolid CT hicieron buena la máxima de que el que tuvo retuvo y se proclamaron campeones de España de más de 50, con José Tomé como «tapado».
Dos años después el sol de Estepona brilló con luz pucelana. El vallisoletano mejor clasificado en el World Padel Tour (hasta la llevada de Javier Martínez) hizo de los lazos que le unen a su amigo Coco Menéndez una cadena de hierro que nadie logró romper en el Nacional de veteranos, donde la pareja pucelana se sentó en el trono. «Me faltaba ese reconocimiento, porque ya quedé subcampeón sub 35. Me quedó ese sabor amargo, pero 15 años después lo conseguí», celebra.
La carrera de José Tomé da para escribir un libro de historia... y un libro de familia. El veterano ha puesto la primera semilla a un árbol genealógico que apunta a saga de la pala. Su hijo Íñigo (con el que forma equipo en la LAP con el Pádel Arena), su hija Paula y su mujer Cuca Garrido (ambas en el equipo del CDO) han seguido la cadencia marcada por el patriarca de los Tomé: «Somos un poco como la saga de los Sánchez Vicario», bromea. Lo que sí es cierto es que el ejemplo está en casa... y va a seguir estando muchos años: «Yo me veo jugando hasta que el cuerpo aguante. Una de mis ilusiones es hacerme viejito jugando al pádel o al tenis y, de una manera o de otra, compitiendo», concluye.