Diario de Valladolid
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Redacción de Valladolid
Valladolid

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Hace bastantes años leí en una entrevista la siguiente queja de Donaciano Dujo, presidente de Asaja Castilla y León: «¿Por qué siempre hablan de solucionar los problemas rurales aquellas personas que nunca han vivido en un pueblo?». Y la he recordado al poco de que el director de El Mundo, Pablo Lago, me solicitase una colaboración sobre la Despoblación. ¡Menudo tema! Aunque yo al menos he vivido en un pueblo. Mi hermano pequeño esperaba todos los días el autocar que les llevaba a la escuela a Baltanás, porque la nuestra estaba ya cerrada. Con mi insistencia y la ayuda de Pancho Salvador se abrió un teleclub, pues ya no había bares. Y vi echar el cierre de la Casa Cuartel de Palenzuela. He vivido, pues, el éxodo rural.

Pertenecer a un pueblo de Palencia con menos de 50 habitantes te hace vivir este problema como algo personal. Si a esto se une ser periodista, es la única justificación que veo para que se me haya escogido para escribir sobre este tema: dar visibilidad y sensibilizar sobre este grave fenómeno que afecta a la Comunidad y poner en primera línea mediática el problema demográfico, ya que ideas de cómo acabar con ello no les voy a dar ni una.

Seguramente una de las palabras más pronunciadas y escrita en los últimos meses en España, y en Castilla y León, haya sido ‘despoblación’. Se ha puesto de moda, con libros superventas, apariciones en programas de televisión, foros de todo tipo, iniciativas políticas varias… Y lo que es más importante, la despoblación ha entrado en la agenda política.

Los titulares de prensa han movido conciencias y han movido a los políticos. Por fin se han dado cuenta de que Soria, por ejemplo, es una provincia convertida hace tiempo en un desierto demográfico.

La atención mediática ha puesto el dedo en la llaga, pero no se sabe si se ha llegado a tiempo para solucionarlo o si lo único que se está haciendo es ‘parcheando’.

¿Qué podemos hacer los que no somos expertos? 

Intentar que el tema siga siendo relevante y no sea desgastado por medios desaprensivos ávidos de novedades. Que no se queme.

Dar una imagen diferente del medio rural. Cambiar el relato de la Castilla y León vacía y presentarla como una Castilla viva y activa. Que siga presente en los debates públicos y políticos.

Mejor con cifras que con palabras

Los datos sobre despoblación en España son conocidos. Castilla y León es la comunidad autónoma donde la despoblación es más severa. El 89% de sus localidades están en riesgo de extinción porque tienen ya menos de 1.000 habitantes. Es la menos poblada de España y de Europa. Esta agonía demográfica la lidera Soria: con 183 municipios, solo 11 tienen más de 1.000 habitantes; 164 tienen menos de 500 y de éstos, la inmensa mayoría, 116, no pasan de 100 empadronados.

A Soria le sigue la provincia de Zamora, donde 93 de cada 100 municipios tienen menos de 1.000 habitantes. El mismo índice que la provincia de Burgos, Ávila o Salamanca. En Palencia y Segovia la tasa de riesgo de extinción demográfica ronda el 90% de todos sus municipios. Valladolid ha entrado en la lista de provincias con territorios agonizantes por la despoblación: el 82% de todas sus localidades tienen menos de 1.000 habitantes. Y en la provincia de León la tasa de localidades con menos de esta cifra ronda el 71%.

De hecho, Castilla y León perderá un 8,6% de su población en quince años, un total de 206.948 habitantes, en el mayor descenso experimentado en España, según los datos de proyección de población 2018-2033 publicados hace un mes por el INE.

Cuando se presentan estrategias para frenar la despoblación de buena parte del territorio nacional, se argumenta con el siguiente dato: «todos los habitantes de la provincia de Soria (unos 90.000 ciudadanos repartidos en 183 municipios y 10.306 kilómetros cuadrados) caben en el Nou Camp».

Nuestro Gobierno de Castilla y León lleva desde los inicios de la autonomía exigiendo que la despoblación cuente como factor añadido a la financiación autonómica, ya que es mucho más caro prestar los servicios públicos en los territorios despoblados.

¿Nos quedamos ‘los más tontos’?

Dicen los expertos que la despoblación es un problema tan dramático que el Estado ya no puede hacer nada para combatirlo. El problema está por encima de la acción política. Las cosas que se han hecho, el dinero gastado, no ha servido para nada. La situación es tan grave que ha pasado de ser estructural y se duda de que las administraciones puedan hacer algo para mitigarlo, más allá de aplicar medidas en lugares concretos.

Al Estado –señalan- solo le queda no permitir que sus ciudadanos se sientan de segunda, hacerse notar, que nadie se queje de que tarda un ambulancia, que no haya problemas con la recogida de basura….

Pero no acaba ahí el desastre. El padrón de 2018, publicado hace un mes, dibuja dos Españas. Una, pujante, en la que crece su población y otra, en decadencia, que ha dejado por el camino un cuarto de millón de habitantes. Capitales de provincia acusan la pérdida de habitantes que emigran a las grandes ciudades en busca de mejores condiciones de vida, igualdad de oportunidades y empleo.

Vivimos un segundo éxodo, el de los jóvenes de las ciudades a otras más grandes. Mis alumnos (de la región) acaban el Grado y se van a Madrid para estudiar un máster. La mayoría se quedará para siempre en la capital. Un destino con alicientes. Una ciudad llena de oportunidades económicas.

La provincia se queda para funcionarios, profesionales liberales, turismo y contadísimas empresas que todavía ofrecen buenos empleos.

El éxodo de los cincuenta y sesenta no se ha detenido, aunque ha reducido su intensidad, como dice Sergio del Molino en La España vacía. Por lo que hemos visto en el último informe del INE, todavía no se ha cerrado el grifo. La marcha de los jóvenes al extranjero está un poco sobredimensionada, porque no salen tantos como parece, aunque sí los mejores. Y eso es un problema para un país, para una Comunidad: ¿nos quedamos los más tontos? No lo sería si vinieran los listos de otros lugares, como en otras economías desarrolladas. Aquí se nos va la élite y no vienen a sustituirla. 

 Y con la marcha de habitantes se nos escapan inversiones, infraestructuras y representación política: por ejemplo, la provincia de Segovia registrará una pérdida de 22 concejales por el descenso de población en 19 de sus municipios. Hoy suman 119 concejales y tras las comicios de mayo la representación municipal bajará a 97.

Son lugares en los que ya no nacen niños, ni se ven jóvenes trabajando. Reflejo de ese abandono de la Castilla y León que se está muriendo lentamente. Y aunque cada vez hay más agente alertando de la situación, las medidas efectivas, si las hay, para frenarla, se hacen esperar.

El asilo de Europa

La despoblación y el envejecimiento son dos de los grandes males que azotan a Castilla y León. Son dos hechos generalizados en la región, aunque se manifiestan de manera virulenta en el medio rural. Esta auténtica debacle demográfica de consecuencias previsibles ha llegado también a la agenda política, pero pese a la loable acción de los medios de comunicación es un tema que parece que desaparece oculto por otras preocupaciones más inmediatas.

De la natalidad, mejor no hablar. Si los jóvenes no se pueden emancipar, menos aún tener hijos. Un dato: la natalidad de la provincia de Soria es tan baja que el primer bebé de 2019 se hizo esperar y no nació hasta el 4 de enero. 

Y por mor de la estadística, Castilla y León se ha convertido en el asilo de Europa pues acapara el mayor porcentaje de la llamada ‘cuarta edad’ o población de más de 80 años, un 9,5% del total (231.000 personas). Los 45.000 nonagenarios castellanos y leoneses la ponen en la primera posición de todo el continente. Es decir, uno de cada cincuenta habitantes de esta autonomía ya ha celebrado su noventa cumpleaños.

El objetivo de esta reflexión era contribuir a esa pedagogía territorial de la despoblación, un problema real percibido por los políticos y por los medios de comunicación, pero que parece que no está lo suficientemente interiorizado por los castellanos y leoneses.

Los procesos de despoblación no sólo los explica la demografía. La economía y otros aspectos sociales y sociológicos han tenido mucho peso como factores desencadenantes.

Aquí queda una visión más del problema, son los poderes públicos los que deben tomar la iniciativa e implementar las soluciones a esta catástrofe.

Como decía al principio, me sumo a la queja de Donaciano Dujo: en este tema sale gente dando muchas ideas sobre despoblación rural y vemos que de todos los que dan esas ideas ninguno vive (vivimos) en el medio rural.

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