Las listas de Génova, su lápida y su día
LA SOBERBIA y la arrogancia tener consecuencias suele, en estilo Yoda, pequeño y verdecillo maestro jedi, siempre refunfuñón. Esa arrogancia y soberbia, vertida desde Génova en las listas del PP de Castilla y León ha tenido, además, su mármol y su día: el infausto 28-A, es decir, el Pearl Harbor de los populares. Desaparecieron, por mandato genovino, nombres y hombres, y mujeres, que representaban al PP sereno y centrado de otros tiempos para dar paso a jovenzuelos sin más bagaje que la sumisión al nuevo aparato.
Jovenzuelos que pretenden hacer de la política una apoltronada, suculenta y nada esforzada forma de vida. Por si las cosas venían como vinieron, para pertrecharse en un poder orgánico que no refleja el repudio exhibido por el elector e incluso el militante. Y así llegaron las consecuencias. Y algunos, víctimas de la absurda purga antisorayista incontestada, empezaron a sonreír en la noche del domingo y al amanecer del lunes casi se atragantan con las risas, como Génova con las listas. Génova metió el cuezo por decreto y por sufragio lo sacó. Tan jóvenes y ya tan maniáticos por imponer sin saber.
Sin ir más lejos, ahí está el catastrófico caso de la lista de Valladolid, donde por colocar a un coleguilla de generación, le destrozaron la esforzada, tenaz y comprometida campaña de la ex ministra Isabel García Tejerina. Nunca tanto esfuerzo tuvo tan escasa recompensa. Hicieron sus listas sin preguntar ni al conserje. Y recogieron su ruina. Ya lo decía el viejo del lugar, no te azores que Dios castiga sin palo. Segovia, Palencia y Zamora son ejemplo de cómo las listas en la España vacía no se pueden hacer contra el aparato del territorio y menos en un partido como el PP de Castilla y León tan sólido y asentado.