El empeño de Puente y la autoridad de Tudanca

LE HA ENTRADO UNA inexplicable manía enfermiza al regidor vallisoletano por dilapidar, por un supuesto rédito electoral de las urnas de mayo, la buena imagen que se había granjeado en el conjunto de la región en su primeros años que, ahora que llega las Semana Santa, no hay cristo que lo entienda. Porque pedir para sí y para los suyos es lo propio de cualquiera. Es más, es la obligación de un alcalde. Pero tampoco es preciso, a no ser por vicio, ofender a nadie. Y menos provocar. Y sus declaraciones sobre el fenómeno poblacional, aparte de nos ser completamente certeras, son un desafío a esa España vacía que se movilizó el domingo en Madrid a ver si alguien le escucha ahora que hay elecciones como pa una boda.

Porque Puente debe ser consciente que hasta Valladolid ha empezado a mermar en ciudadanía, entre otras cosas, porque las urbes de Castilla y León mamaban de las ubres poblacionales de esa España vacía, o güera que diría el historiador y cronista deportivo soriano Carmelo Romero ahora enrolado en las filas de Podemos. La España vacía que como un inmenso océano rodea la ciudad que rige Óscar Puente.

Esta vez, el jefe regional, Luis Tudanca, no se puede ir de rositas, por muy socialista que sea, esquivando la cuestión porque Puente, sin se emperador, sí es jerarca de la jerarquía federal del PSOE de Sánchez que mandó a cuatro ministros a la manifestación a pillar votos entre la gente de pueblo. No volvamos a los tiempos del insigne Zapatero que decía una cosa aquí, la contraria en el País Vasco y otra diferente en Andalucía. De aquellas frívolas incoherencias, estos lodos independentistas y esta ínfulas soberanistas. O endereza el asunto Tudanca con autoridad o le pasará factura en las urnas. Y los electores cobran cada cuatro años, pero lo hacen al contado.