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EN Castilla y León se dice bien clarito: no vive más el leal que cuanto quiere el traidor. Dicho en terminología light: antes se pilla a un mentiroso que a un cojo. Tras la noche inolvidable de Halloween –las brujas se adueñan de la tierra, los muertos resucitan, y los vivos se vuelven zombis–, el panorama pos jallogüero es de riada incontenible: hasta aquí llegó la impostura del 2018. Y Una vez más, el nivelazo lo marcan nuestros políticos.

No se libra ni el más pintado. Vals, el sueño de Rivera para Cataluña y para el resto de España, no ha hecho más que repetir durante los últimos cuatro días que hay que establecer un «cordón sanitario» contra Vox. Respuesta al gabacho de un poeta abulense que yo me sé: De Francia llega un pelao/ con un cordón sanitario./ ¡Pónselo a Napoleón, guapo! ¿Qué significa? Pues que esto, + la ambigüedad perpetua de Rivera, igual a presupuestos populistas para Sánchez.

A Casado lo tiene Villarejo agarrado por el conducto auricular: lo que ayer le grabaron en Génova 13, mañana lo hará público el ministerio de Justicia de Delgado. ¿A qué equivale esta broma de las cintas? Pues que hoy por ti y mañana por mí aquí el último que habla, que es Sánchez –que indultará a los golpistas lo saben hasta los chinos–, le dice a Casado dos veces: Pablo, te doy mi palabra de honor que yo te haré progresista de verdad en el 2020.

Conclusión, que en estos momentos precisos de pos jallogüeros despendolados, los constitucionalistas españoles están más vendidos y solos que nunca. Sólo una niña de 13 años –la Princesa de Asturias–, abrazada al libro de la Constitución, y con una voz de seguridad angélica que no miente y que mira al futuro con limpieza, enhebra una leve esperanza. Todo lo demás se reduce a la fábula de las uvas y de la zorra: ni se te ocurra comerlas. Monumental cagalera.

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