Diario de Valladolid

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DE dineros y bondad, siempre la mitad. Así me respondió ayer cierto amigo, notario de Valladolid, cuando le pregunté sin ánimo de lucro, sobre el espinoso asunto de las hipotecas. Según él, y en contra de las apariencias, ni se van a hundir los bancos, ni se va a enriquecer el contribuyente, ni el sistema financiero va a colapsar, y ni la justicia se va a ir al garete como esperan unos cuantos. Debería ser así, pero...

De momento ya estamos en el limbo, que es una especie de sueño en el que las peras, dependiendo de las misas o de los rosarios, maduran o se convierten en lentejas.

Nada que ver con Pedro Sánchez, que ya está en la gloria monclovita y todo con el descaro apoteósico de los siglos, sino con la aplicación de las leyes que es todavía mucho peor pues, como escribía Nietzsche en sus Consideraciones, «la objetividad y la justicia no tienen nada en común».

O sea, que estamos perdidos. Cabe una pregunta con la misma seriedad que la haría un número extra del Playboy planificando un plan quinquenal: ¿Los jueces del Supremo nos van a quitar a los contribuyentes el impuestazo de las hipotecas?

Ni de coña. Podrán hundir al que roba sin pestañear, según y cómo. Pero en un litigio, en el que hay dos partes de conveniencia –prestamista y prestatario– con sus razones e intereses, a ver quién paga la mantequilla y la mermelada.

Como no sea con la mitad del notario de Valladolid, mal irían las cosas.

Al contrario que en el comunismo o en el populismo antidemocrático y bolivariano, en el capitalismo rige un sistema: que gane la gente lo que pueda. Que gane uno u otro no importa, pero que gane alguien. Y si ganan los dos, pues miel sobre hojuelas. El problema de las hipotecas es un casorio por dinero: lo que se recibe de un lado es para ponerlo en el otro sin quedarse con el culo al aire. Delicado.

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