Hipocresía empresarial
DEJAMOS atrás agosto con la imposición de Vestas Eólica de fugarse de León, dejando en la calle sin trabajo a más de 500 personas. La multinacional danesa quiere despedir a los trabajadores cuando ya nadie le puede reclamar las jugosas subvenciones públicas recibidas que han sido utilizadas de forma perversa, como se demuestra ahora. La plantilla responde con contundencia y anuncia, con rabia y decepción, su intención de resistir.
El mayor fabricante de aerogeneradores del mundo lleva casi treinta años en España. Un repaso somero a sus informes oficiales de cuentas permite asegurar que se ha llevado una pasta en este país en la mayoría de los ejercicios. No se va por falta de negocio. Sus propios administradores, Eduardo Medina y Henrik Norgaard, dicen en el informe del último año, presentado en enero de 2018, que el ejercicio fue «espectacular» y presumen del pago de dividendos a sus accionistas.
Además de las «salvedades» que los auditores manifiestan en sus cuentas oficiales y de las asignaturas pendientes con Hacienda, llama la atención su hipócrita declaración de «respeto a los derechos humanos y laborales», incompatible con la decisión mezquina de mandar a la calle a medio millar de trabajadores como si fueran una mercancía más.
La medida de cierre de la planta leonesa de Villadangos se veía venir. Basta con leer estos informes anuales interesados que ya avisan de la posibilidad de deslocalización apelando a la reforma energética del Gobierno de Rajoy y al parón eólico.
Pero ni siquiera esas llamadas de atención pueden justificar esa brutal medida de despedir a toda una plantilla con la que ha obtenido pingües beneficios; máxime cuando las previsiones del sector en España son ahora más halagüeñas que nunca y con el mayor impulso eólico conocido.
De hipócrita habrá que calificar también a la patronal Cecale si no es capaz ahora de denunciar sin paliativos este «atentado empresarial», como lo ha definido con acierto Raúl Santa Eufemia, ese joven sindicalista de UGT que emerge con nuevos bríos y que ha pedido a la confederación que preside Santiago Aparicio que denuncie a estos «piratas» que se aprovechan de las subvenciones públicas y luego se largan.
No me gustaría asistir a una nueva derrota de los trabajadores en este nuevo pulso con una multinacional. Sería lamentable tener que dar la razón al multimillonario norteamericano Warren Buffett, medalla de bronce del Forbes, cuando afirmó hace unos años sin vergüenza alguna: «Hay lucha de clases y los ricos la estamos ganando».