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LE CUESTA echar llama a la leña. La humedad se empeña en impedir que prenda la madera. El periódico de ayer, tempus fugit, actúa como catalizador. Creo que las páginas de información política han hecho, por fin, que ardan los pequeños troncos. La cosa está al rojo vivo. Metáfora y calor, mientras observo por la ventana como maman algunos recentales de sus madres, pacientes en su inmovilidad para que el retoño se alimente. El suelo apenas muestra un verdor del espesor de una moqueta. Un green rústico sin hoyo en el que embocar.

Hojeo el periódico de hoy, que mañana (hoy lunes) se convertirá en cenizas. La manifestación para que cesen los recortes en la Sanidad, que se celebró ayer en Valladolid, es foto de portada. La salud es lo que importa. Política sanitaria, dicen. Como si los fármacos estuvieran sujetos a la lateralidad de las siglas y los partidos o la gripe afectara de modo desigual según el voto del enfermo. Sí, sí, ya sé que a un modo de gestión se llama política, pero al final la ideología se cuela en los quirófanos, y las listas de espera se interpretan según el color del logotipo, siempre que no sea el socorrido error informático el que mejore las estadísticas.

Las creencias y valores se convierten en ideología cuando se imprimen en un folleto electoral. De tal modo que para muchos gobernantes, o los que calientan en el banquillo para gobernar en el segundo tiempo, los principios son prendas reversibles con tal de tocar pelo en el poder, y el programa se impone a la honestidad.

Por eso la Sanidad, y no digamos la Educación, deberían situarse al margen (ya sé que es imposible, pero…) del debate ideológico. La Historia y la Ciencia deberían estar guiadas por expertos y estudiosos. Eficacia y transparencia, eficiencia y realidad (lo de verdad es algo más escurridizo…).

Así evitaríamos que los que hoy se quejan sufran, si un día gobiernan, el efecto del placebo ideológico de defender todo lo que antes criticaron con tanta pasión.

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