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PASAN LOS días y no amanece la nueva gobernación de España. Hasta que un señor de Murcia, el señor Garre que fue presidente allí, recupera el espejo de Herrera para invitar a la retirada de Mariano. La invitación a que dé un paso atrás envisca la rabia de sus palmeros, y al quite saltan el inefable Fernández Díaz y la sin par Cospedal. Pero ocurre que toda esta función cae lejos y nos pilla ya frustrados, con los funerales de la minería en casa, mientras asistimos a la galbana del mismo Soria con la reforma de San Marcos o a la desidia de Pastor desde Fomento con las obras de la autovía entre el Porma y el Esla.

Tuvieron más prisa en asfixiar a la minería o incluso en corregir demoras de la contrata asfáltica en la autovía del Duero, a las puertas de Aranda. Por dar un par de ejemplos expresivos de eficiencia. Y que se entienda que nuestros asuntos importantes apenas conciernen, cuando no echan para atrás directamente. Por si éramos pocos, en el intermedio de la función parlamentaria madrileña, resurgió el conflicto ganadero de la leche, que en septiembre movilizó la marcha blanca al ministerio de Atocha y ahora se presenta tan negro como el horizonte de las minas, definitivamente perdidas y abandonadas.

En nuestro país, la industria láctea ha aprovechado la costumbre del gobierno de mirar para otro lado, sin enterarse de la misa la media, para traer tanques de leche foránea más barata y de inferior calidad, como las térmicas trajeron y siguen trayendo carbones de atufar. ¿A quién le importa si su quema contamina y ensucia los alrededores, como se aprecia en la devesa de Llanos de Alba? Y dando el salto al consumo humano, ¿quién vigila y controla o sanciona la leche que se vende en los supermercados? Hace un par de años, un análisis independiente de la Organización de Consumidores de España resaltó que la leche de Tierra de sabor es la de mejor calidad y la más rica de todas las que se venden en España, incluidas las de importación. A pesar de los coros regionales, no puede decirse que fuera una noticia bien recibida y menos aún propagada.

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