Los señoritos de la política
YA está aquí la campaña electoral. ¿Recuerdan? Y parece que fue ayer. Anda, si es que fue ayer. Hace apenas unos meses, siete para más señas, estaban afanados los políticos, sí, sí, los mismos de ahora, dando vueltas y vueltas por esta vasta extensión de terreno que es Castilla y León para llevarles al huerto, a su huerto, y decirles que les votaran. Que ellos eran la mejor opción. Que con ellos, pongan aquí el partido que quieran, tanto da, la crisis era ya historia; sus hijos o ustedes mismos iban a tener trabajo; la gente no es que fuera a llegar a final de mes, es que iba a ser capitán general el día 30 o 31...
Por no hablar de la defensa de los pueblos. De esos pueblos que ven cómo, año tras año, se desangran sin que aparezca una sola oportunidad de rescatarlos de un abandono que algunos ya ven en el horizonte y otros lo tienen prácticamente olvidado.
De ese mundo rural de Castilla y León del que sólo se acuerdan los políticos de Madrid cuando de llevarse un voto se trata. Y ya ni eso, que saben que aquí esa Ley D’Hont que PP y PSOE hicieron a su justa medida les permite pasar de puntillas, cuando no en andas como el señorito de la política de Martín Villa. Al fin y al cabo donde se parte el bacalao y donde se pierden o ganan elecciones generales es en Madrid, Cataluña y el País Vasco.
Nada ha cambiado. Ni las caras, porque los candidatos de cada provincia, los cabezas de lista de uno y otro, sólo son un un número, un mal necesario, y aquí también pueden poner el nombre del partido que quieran, que a las direcciones de cada formación les vienen bien para ‘colocar’ a los que el que decide, otra vez desde Madrid, ordena y manda.
Algo falla en un sistema, en un Estado, cuando sus ciudadanos son llamados a las urnas cada medio medio año. Así, no es que sea prácticamente imposible gestionar un país, una Comunida Autónoma o un Ayuntamiento, es que es inviable gestionar hasta una comunidad de vecinos. Es hora ya de cambiar la Ley para unificar procesos electorales.
Esto de las elecciones se está convirtiendo ya en un verdadero juego de la oca, aunque aquí los ciudadanos no tiran ni los dados. Y es que casi nada cambia. No hay más que ver a ínclitos como el Jesús Presencio de turno que no sólo se aferran a su sillón, en este caso de concejal, sino que pretenden tener despacho, secretaria y personal que les atienda. Lo dicho, señoritos de la política.