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EDITORIAL

De regreso a París

París / Especial para El Mundo

Un grupo de personas pasea por una de las céntricas calles de Paris, en la tarde de ayer.-Adrien Morlent / AFP

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«Mi viaje a París no se diferencia de otros anteriores. Ningún control de policía. Normalidad a la llegada al aeropuerto Charles de Gaulle. El único detalle que hace suponer que algo «gordo» ha pasado es el edifico de oficinas centrales del gigantesco aeropuerto, iluminado con los colores de la bandera francesa.

Lo he visto desde el avión antes de aterrizar y parece mostrar el orgullo francés herido por la masacre del viernes 13. La salida del aeropuerto, caminando, es muy tranquila y nadie pregunta nada ni pide documento alguno.

Mientras espero para llegar al centro de la ciudad y dudo si taxi, metro o autobús, escucho hablar en español a un grupo de pasajeros del vuelo y me decido por preguntar. Mi hotel está céntrico, a 500 metros de la Torre Eiffel, y pido consejo sobre cómo llegar antes.

En perfecto español, dos trabajadores de nacionalidad marroquí (42 y 33 años), de Tánger y Tetuán y con 20 años en España uno de ellos y 14 el más joven, me ayudan en el engorroso momento de elegir cómo llegar al hotel en una ciudad de 10 millones de habitantes que no conozco bien.

Los dos esperan la doble nacionalidad hispano-marroquí y durante la hora que compartimos en tren se sinceran. «No tenemos miedo, nos fuimos el jueves por la noche para España y volvemos hoy. No nos puede pasar nada porque no hemos hecho nada malo a nadie. Entramos a las 23.00 a trabajar, en el turno de noche, después de haber estado en Madrid. No hacemos nada malo», me dice el mayor de los dos. Después, convencido, sigue: «Somos musulmanes y lo que pasó el viernes en París es una desgracia que el Islam no ampara. Ninguna religión pide que se mate y mucho menos así, a inocentes».

Los dos trabajan en una empresa española de estructuras metálicas. «Queremos trabajar para que nuestras familias, en Torrejón de Ardoz, puedan vivir». Me enseña en su móvil fotos de sus tres hijos (una niña de 6 años, un niño de 4 y la pequeña de 1). Orgulloso disfruta contemplando a su pequeños este verano en la piscina.

«Nos pasamos seis semanas en París y cuatro días en España para que no les falta nada a los pequeños». Visten con un estilo moderno: vaqueros, cazadoras de cuero y zapatillas deportivas. Están relajados y después de varios cambios de estación en el metro (mucho más sucio y descuidado que el de Madrid, por cierto), se van para empezar la jornada laboral. Eso sí, «estamos ilusionados con terminar a mediados del año que viene la obra y volver a trabajar a España. Queremos quedarnos». El más joven es amigo del primero, no tiene familia y es de Tetuán. Allí están sus padres y hermanos. Le gusta el fútbol y me dice que no bebe ni gota de alcohol, pero porque no le gusta.

Llueve con fuerza en el corazón de París. Hago unas fotos del arco del Triunfo desde el centro de la gran arteria de París que me recuerda el final del Tour y ese paseo triunfal para el ganador a finales de julio. El suelo adoquinado mojado por la lluvia y ningún elemento que indique preocupación en las caras que me cruzo. Cafeterías y restaurantes llenos y aunque no está lejos, prefiero un taxi a ir caminando. En París es más fácil que en Bruselas, donde resulta casi imposible encontrar uno libre cuando lo necesitas. El taxista, tunecino. Su español, como mi francés, lamentable. De camino al hotel desde los Campos Elíseos, me dice que «existe miedo pero esta ciudad es tan grande que nos hemos enterado por la tele». Muy tranquilo con la radio musical TSF y música jazz de fondo. Agua nieve en París y ambiente navideño. Tráfico fluido y, según se aleja de los Campos Elíseos, poca gente en la calle.

A las 21.30 en París es muy de noche. Ya en el hotel, la primera y única cara es Mohammed, el recepcionista, también marroquí (de piel muy oscura) y con un español regular intenta ser amable cuando ve que el francés no es mi fuerte.

«No estoy preocupado, solo que esto no ayuda a los que vivimos aquí y queremos ser franceses y que nuestros hijos también lo sean». Me dice que lleva en el Auteuil Tour Eiffel 23 años ya. Fin de la primera jornada en el París convulsionado por la tragedia de hace 72 horas. Sólo me he encontrado dos parejas de policías desde el aeropuerto hasta el hotel. Bastantes menos policías que en España en Chamartin y Adolfo Suárez.

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