Diario de Valladolid

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Se sospecha de Zeus, al menos en su culpa in eligendo (la responsabilidad de quien decide con quien cuenta para ejercer un cargo o puesto relevante). Dicen que tenía apadrinado a Eolo. Allá donde iba, se hacía acompañar por él. Siempre cercano, custodiando la puerta del laberinto.

La confianza fue tal que le cedió (por absorción recuperatoria y centrípeta) las competencias para encerrar y liberar los vientos. En una comunidad costera las naves hubieran estado a su merced, pues el velamen necesita el soplido del aire soliviantado. ¿Y aquí?

Su misión fue modernizar El Quijote. Mas no debía enfrentarse a los molinos, sino hacerse su amigo. No está de más recordar que Cervantes fue recaudador de impuestos. Eolo debía ser un nuevo Quijote. No era gordo, pues en ese caso hubiera tenido que representar el papel del orondo Sancho Panza, un papel al que nadie arrendaría su ganancia.

La trama de la obra, que cuenta con Eolo en el papel de El Quijote y Zeus, se sospecha, en el de Cervantes, ofrece un generoso elenco de personajes, incluyendo, entre otras, a la moderna diosa de la luz, Iberdrola. Ella, siempre radiante.

Según parece, la Agencia Tributaria, travestida de Real Academia en su revisión de esta nueva versión de El Quijote, ha detectado algunos datos dignos de estudio. Las monedas de oro, plata, ducados y vellones de la obra original se han transmutado en millones de euros para los que no se encuentra explicación. De los enjalbegados molinos de entonces al blanqueo actual.

Tampoco se entiende por qué razón el ingenioso hidalgo pasa de combatir a los desaforados gigantes de descomunales brazos a acelerar su aparición, cual hortalizas de El Carracillo. Todo apunta a que habrá de nombrarse un tribunal de expertos que emita un veredicto sobre la idoneidad de la revisión de la obra. Hay quienes piensan que hubiera sido mejor una nueva versión de Lo que el viento se llevó. Quizá.

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