Lección de Cuadrado Lomas

PABLO TORÍO heredó de su padre la facultad de tender puentes de complicidad con los referentes de la cultura vallisoletana menos convencional. En esa secuencia esclarecedora se inscriben sus publicaciones sobre los Pliegos de cordel de la librería Relieve o los pintores del grupo Simancas. Ahora nos propone el acercamiento esencial a un artista que tenemos en descuido: Vida y pintura. Una conversación con Félix Cuadrado Lomas. En sus páginas recapitula horas de conversación a lo largo de tres veranos, siguiendo la estela del maestro.

Cuadrado Lomas va a cumplir en diciembre ochenta y cinco años y todavía no tiene el reconocimiento del Premio Castilla y León de las Artes, que se discierne en unos días. Para mayor agravio, en su elenco lo desplazó al menos un irrisorio pintamonas, cuyos cuadros provocan estupor y bochorno allí donde se dejan ver. Cuadrado Lomas es el único superviviente del grupo de artistas que en los setenta se agruparon en Simancas, que fue su taller de trabajo y lanzadera para descubrir las tierras de Valladolid y del oeste peninsular, desde el Cerrato a Portugal. Este libro de Pablo Torío supone un toque de atención oportuno, que no debiera pasar inadvertido.

Ilustrador de libros y autor de series de grabados memorables, Cuadrado Lomas fue desde el principio un artista de vocación comunal, que se encontraba a gusto recorriendo caminos con los amigos y mostrando sus pinturas en grupo. Lo más relevante de su obra, enriquecida con otros motivos, es la vertiente de paisajista, en la que casi roba el cielo a los eriales. En sus cuadros, las parcelas trepan las lomas hasta alcanzar el horizonte. Sus paisajes acentúan la división geométrica de la superficie en una visión casi cenital. Sin embargo, el resultado de esta mirada no es la profusión de colores, sino la gama de matices. Ocres, amarillos y verdes diluidos por la solana. Colores planos sin estorbos, que a veces dejan sitio a la levedad de los palomares, a sus mulas, a sus labriegos huidizos.