Diario de Valladolid

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Una lectura en exceso lírica del orden del día que clausuró la octava legislatura autonómica situaba su broche en Babia, cuyo parque natural aprobó el pleno de ayer. La ley promovida por el consejero Silván abraza dos comarcas vecinas, Luna y Babia, desterrando para siempre la anterior nomenclatura de Valle de San Emiliano, que jibarizó durante años la zona. Pero ni Babia puso el broche, que correspondió a la creación del Consejo de colegios profesionales de odontólogos y estomatólogos, ni la despedida fue tan bucólica. En realidad, con los mineros en la tribuna, a la puerta, en las carreteras y cortando la vía, suyo fue el protagonismo absoluto de esta despedida parlamentaria. Aunque la proposición socialista, instando a la Junta a reclamar al Gobierno el pago de sus obligaciones económicas con cargo al Plan del Carbón expirado hace tres años, entre otras encomiendas, fuera rechazada por el pleno.

La carta de Herrera al ministro Soria, que publicó ayer este periódico, califica la situación de la minería de emergencia y después de advertirle que no se entretenga haciendo trampas al solitario, le requiere el cumplimiento de los acuerdos suscritos, «cuyas medidas están retrasadas y en algún caso paradas». Tampoco le tose alto al canario. Ni siquiera como a Montoro. Porque lo más grave del descuido ministerial, en esta secuencia de asfixia implacable de la minería, es que una vez expirado en diciembre el procedimiento que fijaba las toneladas y el precio al que deben comprar las eléctricas el carbón nacional para sus térmicas, cada empresa aplica un sistema de extinción, aunque todos orientados al mismo fin.

El ministro Soria ha conseguido en tres años amortajar la minería del carbón, mientras sufragaba con diligencia el gatillazo del almacén mediterráneo de gas. Los valles mineros se han ido desertizando, sin que nadie se ocupe de su restauración medioambiental. Si la autoridad no atiende al pago de los compromisos contraídos, cómo plantearse reparar los destrozos.

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