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UNA VEZ despejadas las formaciones electorales, urge ir pidiendo ideas, proyectos, incluso programas para los diferentes gobiernos municipales y autonómico que van a sustanciar las urnas de mayo. Esta vez el ajuste de filas se ha resuelto de forma diversa y variada, pero sin otros conflictos que los debidos al fuego amigo. Aunque es verdad que todavía tenemos que acomodar la mirada a la amplitud de campo que dibujan las diferentes candidaturas. Porque parece que a partir de esta primavera ni en las instituciones locales ni en las Cortes autonómicas el paisaje va a resultar monótono. Al menos, ese es el aviso que la opinión pública viene dando a través de diferentes y sucesivas encuestas.

Una terca advertencia que ha acabado por instalar la inquietud en los partidos que hasta ahora se repartían el pastel sin mayores cautelas. Unos ganando y otros a la espera. Porque los ciclos de alternancia en el gobierno nacional no han tenido su correspondencia en los relevos municipales y menos aún en el autonómico, encofrado desde 1987. De cara a estas elecciones primaverales, el mayor reparto de escaños municipales y autonómicos que anticipan las encuestas no debiera distraer en ningún caso del examen de idoneidad de los diferentes candidatos a través de sus propuestas. Porque hay problemas que no resuelve sólo una concurrencia más variada, sino que exigen criterios solventes y además arrojo para aplicarlos. De momento, será sin duda una campaña más atractiva que las pasadas, por la modulación de ofertas, que ya no se limitan al blanco y negro, con la consiguiente disputa rutinaria por el espacio de centro.

Ahora el concierto se anuncia más matizado y con una gama de medidas atenta a la variada sensibilidad de los votantes. Pero todo esto, en realidad, no pasa de ser un deseo saludable para los meses que nos esperan. Porque se acaba el tiempo de hacer alineaciones, que debe dar paso al diálogo con los electores, destinado a facilitar una decisión con fundamento.

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