Diario de Valladolid

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LA CONTUMELIA es un oprobio o irrisión hecho a la cara, sin tapujos. Y algo así suponen los anuncios de que la crisis ya es historia del pasado o los acuerdos sociales que apenas tratan de paliar con disimulo situaciones insostenibles. Bienvenido el primer subsidio social de la era Rajoy, pero que nadie considere que esos 426 euros destinados a mantener a flote el desamparo, suponen una solución a nuestro principal problema: el desempleo que azota a cinco millones y medio de españoles. La mezquindad de esas ayudas de supervivencia contrasta con un clima de corrupción efervescente que no contribuye a ponderar su alcance.

Día tras día surgen nuevas noticias, que se suman a la bola pestilente, alcanzando a partidos, instituciones, entidades, sindicatos y organizaciones patronales. La impresión del paciente espectador es que su escrutinio judicial apenas avanza y los asuntos se acumulan formando un auténtico muladar. En los años más difíciles y demoledores de esta crisis pertinaz, que de entrada se negó a decir su nombre, las Cortes de Castilla y León tenían el detalle de fijar la aprobación del presupuesto de la Junta el día litúrgico de la Esperanza o Expectación, que se celebra hoy, siete antes de Navidad. Así se hizo el año pasado y el anterior, pero ya no este, quizá movidos por los atisbos de recuperación.

Quedan todavía por delante unos meses, con los presupuestos repletos, para activar políticas que sean sensibles a las demandas de los más desfavorecidos. Estamos en la antesala navideña y lo que pide el calendario son buenos deseos. Pero no se trata de coger la zambomba y entonar villancicos. Hay que seguir vigilantes con los dispendios y severos con los abusos. Y reclamar que quien se aproveche de la confianza otorgada, pague por ello, devolviendo hasta el último céntimo de la rapiña. Es preciso extremar los cuidados, pero sin incurrir en contumelia. Y aprender a discernir entre el pregón y la cosecha. Porque una cosa es predicar y otra dar trigo.

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