Cerrar

Creado:

Actualizado:

HOY ES san Marcelo, patrono de León, y las palomas que zurean su plaza continúan alborotadas por el espanto. Llevan días agitadas por la deriva de los inquilinos de sus estancias más distinguidas. De Botines a los Guzmanes. San Marcelo asoma al recinto la iglesia que le dedicó la ciudad con una placa fascista prendida de su cabecera. El templo es clasicista, como el vecino palacio municipal. El viejo ayuntamiento se llamó Casa de la Poridad, pero esa vitola de limpieza acabó resultando insoportable para sus transeúntes y hace unos años las dependencias se trasladaron a Ordoño, al edificio chamuscado de la Caja.

La panda norte de la plaza enfila la secuencia bancaria hacia el palacio renacentista de los Guzmanes. Sin recrear las burlas de la Pícara Justina a la jactancia de sus guardianes, quizá convendría repasar la advertencia de sus latines: «La dignidad debe adornar la casa».

En la finca aledaña de Gaudí, un san Jorge pinturero ajusticia al dragón. Uno y otro edificio son escenario de la actualidad en este octubre que culmina la festividad del centurión Marcelo. Los de la Caja declararon la pasada semana en la Audiencia nacional, adonde fue conducido el martes el presidente de la Diputación, Marcos Martínez Barazón. Cada cual con sus empeños.

Los del ahorro fueron ante el juez Eloy Velasco por sus manejos con el dinero de los viejos. Velasco es un juez con pasado político: ocho años como director general en Valencia, con Zaplana y Camps. Con esa experiencia, va a ser imposible que lo distraigan los enredos.

A raíz de la redada del lunes, ya no valen perdones ni excusas. Es preciso sajar el problema, caiga quien caiga y se lleve por delante a quien se lleve. La Diputación leonesa suspendió su pleno de este miércoles y está en situación de pánico, con el interventor imputado y sus filas sumidas en un mar de sospechas. Porque hemos llegado a un punto en que la corrupción ya no es un garbanzo negro, sino que afecta a todo el cocido.

Cargando contenidos...