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EN UNA democracia el ejercicio del poder es directamente proporcional a la responsabilidad. Poder y responsabilidad son las dos caras de la misma moneda.

En el último mes y en diferentes ámbitos de las administraciones públicas, hemos asistido atónitos al ejercicio del poder sin asunción alguna de responsabilidad.

Este ejercicio antidemocrático lo inició la Ministra de Sanidad ante el primer caso de Ébola transmitido en España. Su reacción, acompasada con la del Consejero de Sanidad de Madrid, fue eludir toda responsabilidad y trasladarla a los profesionales sanitarios e incluso a la propia afectada a quien, en el colmo de la desfachatez, se acusó de no haber sido diligente en el seguimiento de un protocolo muy deficiente, como luego se pudo demostrar. A fecha de hoy, ninguna dimisión.

El segundo supuesto lo vivimos en las Cortes de Castilla y León la semana pasada cuando, ante las denuncias de ingesta de gusanos por niños de 6 colegios de Castilla y León, el Consejero no solo no asumió su responsabilidad en vigilando, sino que dudó de que la ingesta de gorgojos se hubiera producido, poniendo en solfa la palabra de los padres. A fecha de hoy, ninguna dimisión.

Por último y en el paroxismo de la irresponsabilidad, el alcalde Valladolid no ha tenido empacho alguno en enfrentar a los vecinos de la villa y generar bandos encontrados, con el único fin de evitar asumir su responsabilidad en la fijación de una ubicación legal para Pingüinos, situándose él mismo a favor de un colectivo y frente a otro, olvidando que es representante de todos y responsable de que se cumpla la ley. Por supuesto, a fecha de hoy sigue en su puesto.

El que no se gestione bien lo público no tiene un pase, pero que los representantes del PP pretendan eludir su responsabilidad trasladándosela a los ciudadanos o lo que es peor, enfrentando a unos contra otros para no asumir su incompetencia y su desidia, es el colmo de la irresponsabilidad.

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