Dante en Ferraz
El espectáculo ofrecido por los dirigentes socialistas fue seguido por dos centenares de sanchistas apostados en la puerta de la sede
Ni los más veteranos del lugar recordaban un día así. Ni entre guerristas y renovadores el empozoñamiento llegó a este nivel. En Ferraz todo parecía obra de un caos incontrolado. Un espectáculo dantesco que duró 11 horas, hasta que la noticia llegó. ¡Sánchez ha dimitido!, gritó uno de los numerosos periodistas agolpados en la puerta de la sede. “Acaban de matar el partido”, se lamentó una señora. “¡Que nos devuelvan las cuotas!”, reclamó otra. Muchos perjuraron contra Susana Díaz. El “no es no”, la consigna que los pedristas concentrados habían coreado durante todo el día, enmudeció.
Los simpatizantes de Pedro Sánchez empezaron a llegar a la céntrica calle madrileña sobre las ocho de la mañana y siguieron la batalla interna por las redes sociales y las webs de los diarios, móvil en mano. Prepararon un paseíllo a los miembros del comité federal, y sin fijarse muy bien en si el que entraba era crítico o sanchista, le saludaron con gritos de “¡Un golpista nunca es socialista!” y “Esta no es la sede del PP”. Aunque hubo quien tuvo menos suerte, como José Blanco y Eduardo Madina, y escuchó insultos. “Fascista”. “Judas”. Díaz, la más buscada por los concentrados oficialistas, entró en coche por el garaje. Quizá oyó los gritos desde dentro. “Susana, esquirol, te queremos mogollón”.
TENSIÓN EN LA PUERTA
Sánchez había pedido el viernes calma y que no se exacerbaran los ánimos, pero la inmensa mayoría de los que se apostaron en la calle de Ferraz, además de algún simpatizante de IU o Podemos que reivindicaba el Gobierno del cambio, eran seguidores suyos. No pasaron de 200 en el punto álgido de las seis de la tarde aunque se hicieron oír. La edad media era alta y algunas de las historias personales que les habían llevado hasta Ferraz, muy interesantes. Una señora muy mayor dijo que le daba pena ver al partido socialista ante esta encrucijada cuando su padre había sido “amigo de Pablo Iglesias y de Clara Campoamor”. Otro grupo de hombres que pasaban de los 70 debatieron sobre el riesgo de acudir otra vez por las urnas. “A lo mejor sacamos solo 50 diputados, pero serán 50 diputados de verdad, que se crean las siglas del PSOE. No podemos entregarle el Gobierno a Rajoy”, argumentó uno de ellos.
Los miembros del comité federal que se atrevieron a abandonar la sede durante alguno de los cinco recesos que hubo lo hicieron guardándose antes en el bolsillo la acreditación para intentar no llamar la atención. Los abucheos y los gritos de “golpistas” fueron indiscriminados. Y en un momento de tensión, sobre las cuatro de la tarde, los concentrados zarandearon a un conductor que trabaja en el partido al que confundieron con un crítico.
REDACCIÓN AL AIRE LIBRE
“¡Camarero, otro café!”, pidió un periodista en una de las mesas que más rápidamente se constituyeron: las de los bares que rodean la sede. La organización vetó la entrada a la prensa, que tuvo que esperar en la calle las más de 11 horas que duró la reunión. Los ordenadores se empezaron a abrir por todas partes. En las mesas de los bares, en las aceras, en los bancos, en la parada del autobús. Una de las redacciones al aire libre más grandes de los últimos tiempos periodísticos en Madrid. Una inmobiliaria cercana preparó una paella “solo para periodistas” para atraer a las cámaras, otros establecimientos cedieron sus enchufes para cargar móviles y tabletas.
Y de vuelta a casa el autobús pasó por delante de la sede del PP, en Génova 13. La acera estaba vacía y la calle, en calma. El arte de esperar vuelve a compensar a Mariano Rajoy.