El claustro de Palamós
El informe final sobre el claustro de Palamós sentencia que fue construido entre los años 20 y 30
La principal hipótesis señala como autor del conjunto al arquitecto que trabajó en la restauración de la catedral de Salamanca
"No es románico, es homogéneo y está construido a principios del siglo XX". Así de concluyente se mostró ayer el catedrático de historia del arte medieval de la Universitat de Girona Eduard Carbonell, al presentar su dictamen sobre el claustro de la finca del Mas del Vent en Palamós. Para la Conselleria de Cultura, con este pronunciamiento, y la exposición de los estudios en que se fundamente durante unas jornadas técnicas que se desarrollan hoy y mañana en el Palau Moja, se cierra una polémica que empezó hace dos años. A partir de esta información se decidirá finalmente cuál es el nivel de protección necesario.
Fue en junio del 2012 cuando el profesor de la Universitat de Girona Gerardo Boto dio a conocer la existencia de un claustro aparentemente románico en la finca del Mas del Vent de Palamós, del que tuvo conocimiento a través de las fotografía de una revista de decoración. ¿Una obra maestra de la arquitectura leonesa del siglo XII desconocida para los historiadores del arte y trasladada piedra a piedra a Catalunya, o una recreación encargada por un traficante de arte sin demasiados escrúpulos y vendida a un incauto millonario alemán?
Un primer informe de los técnicos de la Generalitat, al cabo de dos meses, indicó que se trataba de una recreación, quizá con elementos originales. Boto, convencido de su genuicidad, acabó por reunir argumentos que indicaban que se podría tratar del viejo claustro románico de la catedral románica de Salamanca, desmontado tras el terremoto de Lisboa en el siglo XVIII, entre ellas la procedencia de la piedra utilizada, las canteras de Villamayor con las que se construyeron todos los monumentos salmantinos. Ante la duda, el 'conseller' de Cultura, Ferran Mascarell, encargó un informó al catedrático de la Universitat de Girona Eduard Carbonell, que ha dispuesto más de un año para elaborarlo, ha contactado con informantes tan diversos como las empresas que aún explotan las canteras de piedra de Villamayor, el hijo del paleta de Palamós que trabajó en el montaje del claustro o la asociación de anticuarios de Madrid y ha encargado y recopilado informes de expertos del Instituto del Patrimonio Cultural de España, del Museu Nacional d'Art de Catalunya, de la Universidad Politécnica de Madrid, la Universitat Autònoma de Barcelona, el Institut Català de Recerca en Patrimoni Cultural, la Universidad de Valladolid, la Universidad de Salamanca y la Universidad de Nueva Jersey.
¿La conclusión? El anticuario Ignacio Martínez, "a principios de la tercera década del siglo XX", en un momento en que la arquitectura historicista que replica conjuntos románicos o góticos aún está vigente, "hace construir el claustro" en su finca de Ciudad Lineal, en Madrid, enteramente de nuevo y sin aprovechar para él ni una sola pieza auténtica. Se trata de una construcción "destinada a ser vendida en el mercado de las antigüedades y el coleccionismo de los Estados Unidos". A principios de los años 30, recuerda el informe, se empiezan a tomar medidas restrictivas sobre el expolio del patrimonio español genuino.
El principal candidato a ser responsable de su diseño y montaje es el arquitecto Ricardo García Guereta, aunque su muerte en 1936 y la desaparición de su archivo hacen que no puedan localizarse pruebas definitivas de ello. Sin embargo, su biografía explicaría casi todo. Discípulo de Ricardo Magdalena, el restaurador de San Juan de la Peña, claustro del que el de Palamós copia características; restaurador de la catedral de Salamanca a partir entre 1918 y 1927 (con canteros locales que utilizaban la piedra de Villamayor) y vecino del anticuario Martínez en Ciudad Lineal.
Según el informe, el material con que se construyó el claustro fue extraído de las canteras de Villamayor con técnicas de principios del siglo XIX o inicio del XX, sería tallado en Salamanca o en Madrid, o en ambos lugares, y montado en Madrid "con una manera de construcción moderna", siguiendo un proyecto previo, hasta que, en la posguerra y cegados los canales de comercio internacional, sería vendido en 1958 al propietario del Mas del Vent, Hans Engelhorn, por Eutiquiano García Calles, muy bien relacionado con el régimen.
Los argumentos que hacen llegar a esta conclusión general son numerosos: solo en el resumen de su dictamen, Carbonell enumera 19 conclusiones en lo relativo a los materiales del claustro y su talla, 11 en lo que respecta al estudio arquitectónico y 18 desde el punto de vista de la historia del arte.
Algunos de ellos son los siguientes:
--Las técnicas de talla del gres de Villamayor y las marcas que dejaron en ella las herramientas utilizadas se corresponden a las utilizadas entre el siglo XIX y XX, "como se trabaja la piedra en las restauraciones de la catedral de Salamanca que lleva a término el arquitecto Ricardo García Guereta desde los años 1918 a 1927". No hay marcas de picapedreros.
--Las pátinas que cubren la piedra corresponden a materiales utilizados a partir del siglo XIX, o no dan información fiable. "No se ha identificado ningún elemento o dato que se pueda atribuir claramente al periodo medieval".
--Las figuras muestran, en las fotografías que se conservan de su montaje en Ciudad Lineal, una integridad sorprendente para piezas de siete siglos de antiguedad. En cambio, sí hay numerosas muestras de desgaste posterior. Si el claustro hubiese estado instalado desde los siglos XII a XVIII, la parte abierta al jardín del claustro estaría más desgastada por los elementos que la interior, orientada a las galerías cubiertas. Sin embargo, el estado del conjunto es uniforme. Las marcas que se interpretaron como muestras de un desmontaje del claustro original se corresponden a las técnicas de trabajo de las canteras de Salamanca.
--El banco en que se apoyan las columnas es demasiado bajo y sin ninguna apertura para acceder al jardín del claustro.
--Los arcos y las bases de las columnas reproducen a mayor escala los de San Juan de la Peña; pero también las bases de las columnas, que corresponden a la restauración del siglo XIX del claustro aragonés.
--Las medidas (en esto discrepa Gerardo Boto) se corresponden a múltiplos de unidades del sistema métrico decimal.
--Los motivos de los capiteles se inspiran al primer periodo de Santo Domingo de Silos, ejecutados con el estilo del segundo periodo de Silos y mezclados con influencias de la escuela hispano-tolosana, de la Auvernia y del Pórtico de la Gloria de Santiago, pero a veces sin que el copista entiendiese bien el motivo reproducido, reproduciendo alas o miembros del cuerpos de animales como si fuesen motivos ornamentales para rellenar huecos. Son, dice Granados, "versiones torpes de una copia".
--El claustro es "homogéneo e uniforme", construido de golpe, con los capiteles esculpidos a partir de bloques con las medidas estándar utilizadas modernamente en la cantera de Villamayor, 40x50x95 centímetros o 50x95x95 centímetros, y sillares de medidas totalmente uniformes, algo inverosímil en los sistemas de construcción del siglo XII.
--Unas incisiones en forma de embudo podrían servir para introducir entre bloques mortero líquido moderno, pero no la argamasa más espesa que se utilizaba en el románico.
--Unas columnitas que en San Juan de la Peña sostienen un arco con motivos ajedrezados aquí reaparecen pero sin ninguna función real, ya que estos arcos están tallados en el mismo bloque que los sillares, y no es necesario sostenerlos.