Castilla y León
El negocio del ajo factura 25 millones en Castilla y León
El buen precio con que arranca la campaña y una recogida estimada en algo más de 19.000 toneladas en la Comunidad refuerza el mantenimiento de este cultivo tradicional en el que las principales provincias productoras son Segovia, Valladolid y Zamora
La buena cosecha de ajo y el buen precio del producto con que ha empezado la campaña elevan el valor de la producción a algo más de 25 millones de euros en Castilla y León, que se repartirán, sobre todo, en las principales provincias productoras, Segovia, Valladolid y Zamora, aunque este año Ávila se ha apuntado al cultivo más que ningún año anterior y también se llevará un buen pellizco.
Los productores no se quejan demasiado, aunque apuntan que la rentabilidad no es tanta como pudiera parecer, dado el alto coste de los insumos. Como principales problemas apuntan, primero, a las complicaciones normativas para el uso de productos fitosanitarios y, en segundo lugar, la falta de mano de obra, algo que condiciona mucho sobre todo a los pequeños productores.
Mundo Agrario
Agricultura biodinámica, la mejor forma de resintonizar la tierra con el viñedo
Loreto Velázquez
Y es que, aunque también existen grandes productores que venden directamente a la industria y la distribución, el cultivo del ajo se distribuye en centenares de agricultores que, por norma general, se dedican a otro cultivo principal y reservan unas pocas hectáreas a cultivar algo de ajo. Un producto que después venden, de una vez, en ferias del ajo repartidas por todo el territorio autonómico, generalmente a finales de junio.
Para hacerse una idea de la evolución del cultivo del ajo, hay que tener en cuenta que tanto en superficie como en producción se ha mantenido bastante uniforme en lo que va de siglo en Castilla y León. Tanto es así que el año en el que más hectáreas se han cultivado es 2002, recién empezado el siglo XXI, con 2.047 hectáreas, y el segundo fue quince temporadas después, en 2017, con 2.032 hectáreas. En último lugar de la serie se coloca el año 2010, con solo 1.110 hectáreas de ajo cultivadas.
En cuanto a la producción, mientras el año 2017 es el que registra el récord en la serie histórica, con 22.170 toneladas, y el año anterior, 2016, aparece en segundo lugar con 21.446, hay que remontarse también 15 años para encontrar la tercera mayor cosecha, que se produjo en 2002 con 19.961 toneladas, una recogida muy parecida a la que se estima para 2024, que aparece en quinto lugar con 19.283 –precedido de 2018, en cuarto lugar de la tabla, con 19.514–. En último lugar de la tabla aparece 2012, con solo 10.207 toneladas recogidas.
Los precios han oscilado más en estos 24 años. Así, mientras el más bajo se registró en 2001 con 603,70 euros la tonelada por término medio, según datos de la Consejería de Agricultura, Ganadería y Desarrollo Rural de la Junta de Castilla y León –un año después se disparó hasta los 1.165,40 euros, en 2002, aunque hubo campañas como las de 2004, 2005, 2009, 2011, 2012, 2013, 2014, 2015, 2017 y 2018 que bajó de los 1.000 euros–, el año en el que estuvo mejor pagado fue 2020, con 1.642,10 euros la tonelada. El alto precio de esa campaña propició el repunte del valor de la cosecha hasta los 30,5 millones de euros. En esta campaña de 2024, aunque el precio medio definitivo se calculará cuando se cierre el ejercicio, la única cotización publicada, correspondiente al mes de junio, alcanza los 1.311,70 euros por tonelada, el séptimo más alto de la serie histórica. Desde 2019 el precio no ha bajado de los 1.000 euros por tonelada, con 1.341,30 en 2019; los mencionados 1.642,10 en 2020; 1.543,60 en 2021; 1.190,70 en 2022 y 1.204,60 euros en 2023.
Mundo Agrario
El Royo condiciona la cosecha de frutos rojos al arranque del obrador
Irene Llorente Yoldi
De forma invariable, la primera provincia de la Comunidad en extensión de cultivo y producción en lo que va de siglo es Valladolid, que ha cultivado en 2024 1.143 hectáreas. Le sigue Segovia, con 326, y Zamora, con 219. Este año Ávila se ha animado a dar un empuje a esta cultivo con 20 hectáreas más que la campaña anterior de una tacada, con un total de 69, la campaña que más de la serie histórica. Ya en quinto lugar en extensión se sitúa Burgos, con 45 hectáreas, a la que siguen Soria, con 36; Salamanca, con 26; León, con 15 y en último lugar, de formas casi testimonial, aparece Palencia, con 9 hectáreas.
El orden es idéntico si se habla de producción, con 11.430 toneladas de ajo recogidas en Valladolid en esta campaña, provincia a la que siguen Segovia, con 3.651; Zamora, con 2.124; Ávila, con 863; Soria, con 396; Burgos, con 368; Salamanca, con 195; León, con 153 y por último Palencia, con 103 toneladas recogidas, siempre según el avance se superficies y producciones de la Consejería de Agricultura, Ganadería y Desarrollo Rural.
En el comparativo del lustro y de la década, Castilla y León ha cultivado en esta campaña, con 1.888 hectáreas, un 15,83% más de superficie que hace cinco años, en 2019, justo antes de la pandemia, cuando se registraron 1.630. Si se compara con hace diez años, el porcentaje se dispara a un 27,74% más, pues en 2014 la superficie sembrada de ajo en la Comunidad se limitó a 1.478 hectáreas.
Los porcentajes son distintos, sin embargo, si se compara la producción, ya que las 19.283 toneladas estimadas en 2024 son un 4,62% más que las 18.432 recogidas en 2019 y un 24,54% más que las 15.483 cosechadas en 2014. Pero es el precio del ajo el que determina el valor contante y sonante de esas producciones. Así en dos años de buenas producciones como fueron 2016 y 2017, el valor de la cosecha osciló entre los 29,14 millones del primero –por 21.446 toneladas– y los 19,36 del segundo –casi diez millones menos por más producción, 22.170 toneladas–.
Ferias
«Nosotros solo cultivamos el ajo para llevarlo a la feria» relata en respuesta a este periódico Nuria Jiménez, una productora de la localidad zamorana de Villabuena del Puente. Ella se dedica principalmente a otros cultivos, pero siguiendo la tradición, reserva una pequeña parte a la siembra de ajos. «Nosotros somos productores de patatas, cebollas y demás, y dedicamos alrededor de media hectárea al ajo, para llevarlo a la feria».
Ella explica por qué limitan mucho esa producción: «Cada vez se encuentra menos personal, el trabajo está complicado. Tengo unas mujeres que se dedican a enristrar, pero no cultivamos el ajo a nivel industrial, como la cebollas o como las cultivan otras personas».
Ella apunta que el cultivo se mantiene, aunque cuando se trata de pequeños productores hay menos que en otras épocas, según su experiencia en la Feria del Ajo de Zamora, que se celebró el pasado 29 de junio, por la festividad de San Pedro. «Lleva unos años que el cultivo más o menos se mantiene», apunta. «Sí que es verdad que hace un tiempo, toda la gente lo podía ver, había trescientos y pico puestos en la feria, y pasamos a ochenta y cinco productores de ajos. Sí que se ha perdido, pero llevamos dos o tres años que al menos esos productores estamos ahí», subraya.
En cuanto al precio que obtiene el agricultor, Nuria Jiménez explica que el ajo «tiene muchísimos gastos, aunque sean cantidades no muy grandes, y por eso yo, al igual que muchos de los productores que estábamos en la feria, hemos subido dos euros al ristra, yo creo que se lo merece». Cada ristra de ajos lleva 15 cabezas, y el precio va en función del tamaño.
Además de la falta de mano de obra, la agricultora menciona el asunto de los fitosanitarios: «Cada vez están más complicados y te van restringiendo muchísimas cosas, eso está claro. Las malas hierbas van a subir arriba si no hay productos, y tienes que echar mano a la azada, lo que no es muy normal. En bajas producciones se puede hacer, pero en más grandes, no».
Ella cultiva el ajo por tradición familiar. «He visto el cultivo de ajos para llevar a la feria toda mi vida en casa y luego, precisamente, me casé hace 22 años con un agricultor de El Pego (Zamora) y seguimos con la tradición», subraya.
En el mismo caso está Conrado Rodríguez, agricultor de la localidad zamorana de Jambrina, que también dedica una pequeña parte de sus tierras a cultivar ajo para llevar a la feria. Para él, la normativa de fitosanitarios es un problema. «Es complicado actuar con las normas de los fitosanitarios, lo restringen mucho a la hora de combatir las enfermedades. Y no solo pasa con el ajo, sino con la remolacha, que nos toca tratar directamente a la pulguilla con ataques muy severos», lamenta.
Él cultiva alrededor de media hectáreas de ajo, para no necesitar trabajadores externos. «El trabajo lo hacemos entre mi hermano y yo, y la familia. Apunta que el precio de la feria ha sido un poco más caro este año, «por el trabajo que da», asegura, «pero sigue siendo más rentable que el ir a la frutería a buscar un kilo de cabezas o una malla de ajo».
Calidad
«Además, el producto es muy superior en calidad y tamaño al que te ofrecen en las tiendas». Conrado Jiménez ha vendido todo en la Feria del Ajo de Zamora. «Yo sé de los compañeros y amigos que lo han vendido todo, yo también. El día de San Pedro por la tarde había muy poquito ya». Su producción ha sido de alrededor de 1.600 «hilos», es decir, de ristras de ajos. «Pueden ser unos 5 o 6.000 kilos, porque es un ajo muy gordo, aunque se divide en tres tamaños, y el pequeño es más grande que el que encuentras en malla».
El agricultor zamorano asegura, aun así, que no se atreve a sembrar más ajos en cantidad «porque requiere mucha maquinaria y mano de obra. La mano de obra cuento con la familia, ya no me arriesgo a no encontrar mano de obra o a hacer inversiones que suponen mucho gasto», remarca. Él calcula que para una rentabilidad del cultivo que mereciera la pena, la superficie debería alcanzar al menos las 10 hectáreas, «aunque hay productores que yo conozco que siembran 60 y 70 hectáreas», asegura. Suelen ser agricultores que lo utilizan como rotación, después de haber sembrado en sus explotaciones otros productos como remolacha y maíz. Es bueno para la rotación, pues «el ajo, el terreno lo queda muy suelto, muy suave, y el cultivo siguiente da unas producciones muy buenas. Se suele sembrar cereal después del ajo».
Hay variedades tempranas que se siembran en septiembre. Y a últimos de mayo se suele ya recolectar. La variedad normal que se siembra en Castilla y León se siembra en octubre y se recolecta por el 10 o el 15 de junio. «Ya andamos preparando para comprar la semilla, porque yo compro siempre semilla certificada R1, y con eso garantizamos buena calidad», concluye.
Por su parte otro agricultor, el segoviano Javier Esteban, celebra que el precio del ajo en esta campaña «está bien, bastante alto». De hecho, «depende de variedades, es muy relativo, pero hasta hace poco estaba alrededor de dos euros el kilo», señala. «Pero entre 1,50 y 2 euros está, seguro». Esa estimación llevaría el precio a entre 1.500 y 2.000 euros la tonelada, una ligera diferencia respecto al dato oficial, que la coloca en 1.311,70.
Esteban ha sembrado este año muy poco ajo. «Vamos a sembrar para hacer semilla, no para consumo». También apunta como un problema la falta de mano de obra, antes que la normativa de fitosanitarios, que la considera muy complicada «para todos los cultivos, no solo para el ajo». En cuanto a la mano de obra «hay poca y la poca que hay no es buena, la verdad. Encontrar gente es complicado», dice.
Para impulsar el cultivo, a su juicio, haría falta, en primer lugar «que sea rentable», puesto que «la semilla es cara, si a lo mejor la semilla DR2 cuesta, a lo mejor, 3,50 euros el kilo, y depende del calibre de los ajos, a lo mejor te gastas 1.500 kilos, calcula. Si el precio está alto, como este año, bien, pero si está bajo, que pasará cualquier año, el día que haya mucha oferta, que los chinos inunden los mercados, pues se hunde el precio y deja de ser rentable».
Tercera
Castilla y León produce alrededor del 10% del ajo en España, y es la tercera en producción después de Castilla-La Mancha, que cultiva alrededor de 15.000 hectáreas, y Andalucía, con alrededor de 2.400, según los datos que aporta la Asociación Nacional de Productores y Comercializadores de ajo (Anpca).
La entidad puso sobre el tapete que la superficie de cultivo de ajo en 2024 en el conjunto de España ha descendido entre el 15% y 20% respecto al pasado año, y un 30% respecto a las dos últimas campañas, con un total de totalizando 20.926 hectáreas, un dato que «muestra las dificultades que está atravesando este cultivo, especialmente el ajo morado, cuya superficie cae por debajo del 40% del total de la superficie cultivada», apuntó la entidad antes de iniciarse la cosecha.
En Castilla y León, según los datos de Agricultura, la caída de la superficie no ha sido tan drástica, solo un 3%, de las 1.944 hectáreas cultivadas en 2023 a las 1.888 estimadas este año. Pero la caída generalizada en el conjunto del país «se debe , en gran medida, al fuerte incremento de los costes, un acceso al agua más complicado, la dificultad para contratar mano de obra, y una PAC que dificulta el acceso a tierras de arrendamiento», según explicó el secretario de Anpca, José Carlos Arroyo.
Otro de los principales problemas del sector del ajo, aunque en realidad también lo sufre el conjunto del sector hortofrutícola, es «el desmantelamiento del sistema de defensa fitosanitaria del cultivo, con la eliminación sistemática de materias activas que comprometen el cultivo frente ataques de plagas y enfermedades», detallan en la asociación de productores.
Por eso, Anpca y la Federación Española de Asociaciones de Productores Exportadores de Frutas, Hortalizas, Flores y Plantas vivas (Fepex) presentaron, en la última reunión del grupo de contacto de ajo de Francia, Italia y España, una propuesta para que las autorizaciones de nuevas materias activas para su uso frente a las plagas se realicen de manera conjunta por zonas y no de forma individual, cada país.
El objetivo de esta estrategia es hacer más rentable el esfuerzo económico que una empresa tiene que hacer para registrar una nueva materia activa, sumando con un solo registro el total de hectáreas cultivadas en los diferentes países dentro de la misma zona. La fuerte competencia de países terceros es otra de las preocupaciones del sector, que consideran necesario aclarar las declaraciones ante las aduanas comunitarias de las importaciones procedentes de estos países.