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BURGOS

Miguel Cebrecos: «La lavanda sigue siendo más rentable que otros cultivos»

La cooperativa del Campo posee en Caleruega la mayor extensión de lavanda de Burgos

Miguel Cebrecos es el jefe de cultivos de la Cooperativa del Campo de Caleruega.ECB

Publicado por
Loreto Velázquez
Burgos

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La lavanda se ha convertido en los últimos años en reclamo turístico de muchos pueblos, pero ¿cómo es de rentable para los agricultores? Miguel Cebrecos, jefe de cultivos de la Cooperativa del Campo ‘La Burgalesa’ (Caleruega), lo tiene claro: aunque la llegada de lavanda de otros países como Rumanía o Bulgaria ha bajado mucho el precio, todavía sigue siendo un cultivo interesante y rentable. «Prueba de ello son las 20 hectáreas que hemos sumado este año y las 30 que plantaremos el que viene», adelanta.

Con 228 hectáreas plantadas, la cooperativa del Campo ha convertido a Caleruega en el municipio de Burgos con mayor extensión de lavanda.

Pese a las dificultades, Miguel es un gran defensor de este producto aromático. «Es un cultivo que a mí me gusta mucho porque es ecológico, no necesita insecticidas ni sufre enfermedades, favorece la polinización de las abejas (con lo que también ayuda a otros cultivos) y supone para los pueblos del medio rural un recurso turístico. Además, apenas requiere cuidados y deja la tierra limpia y enriquecida», resume.

Dicho esto preocupa la bajada de precio. «Cuando empezamos con la lavanda y lavandín, hace cuatro años, estaba a 36 euros el kilo de esencia. Ahora estamos a 16», señala con la esperanza de que la tendencia se reconduzca en un corto o medio plazo.

En el caso de la lavanda, la plantación comienza a producir a los tres años. Después tiene una vida media de 12 temporadas. «Cuando termina ese plazo, hay que arrancar y dejar la tierra reposar durante uno o dos años».

En la actualidad la cooperativa trabaja unas 2.200 hectáreas, entre cereal, girasol, viñas y lavanda y lavandina. Además este año ha incorporado 18 hectáreas de espliego, un cultivo prometedor y «un poco más resistente». «En teoría vale más y sale mejor esencia y es un poco más rústico», sostiene.

Analizando la situación general, la inquietud es palpable. «Aunque el vino se lleve la fama, en la provincia de Burgos somos principalmente cerealistas y eso se ve en el número de hectáreas: 18.500 de viñedo frente a 394.000 del cereal y ahí los precios son cada vez más bajos. Un kilo de cebada, por ejemplo, nos cuesta producirlo 0,25 y nos lo pagan a 0,20; es decir, por cada kilo perdemos 5 céntimos, que es lo que paga Europa, y así estamos, con limosnas y, me temo, sin mucho futuro».

Cebrecos lamenta además «el afán desmedido de grandes bodegas, muchas llegadas de La Rioja», una denominación de Origen que está valorando ya el arranque del viñedo para producir menos y aumentar el valor.

Esta nueva tendencia, advierte, está afectando ya a esta cooperativa de Caleruega que tiene su origen en el año 1960. «Este año hemos perdido 200 hectáreas y todo apunta a que caerán más», vaticina. La cooperativa está formada por 300 socios, pero como en la década de 1960 la mayoría emigró a las grandes ciudades o a Aranda las tierras quedaron a cargo de unos pocos trabajadores. «A día de hoy somos tres y una persona a media jornada en administración. A ellos les llega la renta según los beneficios», detalla.

Campo de ensayo

Con una inversión superior a los 600.000 euros y 228 hectáreas plantadas, la cooperativa del Campo posee la mayor extensión de lavanda de la provincia de Burgos. Por este motivo ha sido elegida por el Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León

(ITACYL) para llevar a cabo un interesante proyecto de investigación para testar en siete hectáreas de terreno otras siete variedades aromáticas: matricaria, espliego, orégano, mejorana, tomillo y salvia. «Por ahora es pronto para ver resultados; hay que esperar», afirma al recordar que como la lavanda, estas variedades necesitan un ciclo de guarda de 3 años desde que plantas hasta que cosechas.

A la bajada de precios se une este año un clima alocado en el que ha habido mucha agua, pero también heladas importantes y hasta pedrisco. «Aquí nos afectó tanto el hielo como el granizo a una zona de cereal y en la viña a un 30%, pero la lavanda se libró porque estaba sin brotar. La verdad es que no está siendo un año fácil y con este llevamos tres».

Y aunque el año ha sido especialmente lluvioso, este agricultor no duda: «por mucho que llueva en enero, febrero o marzo, es en mayo cuando nos jugamos la cosecha y no ha llovido mucho», señala a sabiendas de que si bien la intensa lluvia viene muy bien para paliar la sequía, también favorece la proliferación de malas hierbas. «En el caso de la lavanda, el principal cuidado es tener a raya las malas hierbas. Aquí las quitamos con un cultivador especial y luego con azada a mano. No queda otra», termina.