BURGOS
Juan Antonio González: «Por dos agricultores que llegan salen cuatro. No hay relevo en el campo»
El agricultor trabaja 107 hectáreas entre Haza, Berlangas y Hoyales de Roa
A sus 66 años y más de media vida trabajando en el campo, Juan Antonio González comienza a organizar su jubilación. Es uno de los que se ha acogido a la modalidad que ahora permite a los agricultores seguir trabajando, cotizando solo una parte y cobrando la mitad de la pensión; una medida que el gobierno puso en marcha con el fin de ayudar a los jubilados del campo, que cobran menos de la mitad de pensión que el resto de trabajadores. «Yo me encuentro relativamente bien, no viene nadie detrás y con este sistema puedo aguantar uno o dos años más». Pero la advertencia es clara: «por dos agricultores que llegan salen cuatro. No hay relevo en el campo y la PAC es una ruina».
Juan Antonio tiene dos hijas y no las quiere en el campo. «Ahora puede ser más cómodo que antes, pero de la forma en la que estamos, limitados porque nos dicen lo que podemos y no podemos plantar, con controles continuos, y una burocracia que cada día va a peor y encima los precios por el suelo, esto es inviable», lamenta consciente de que «lo mismo ocurre con los ganaderos». «Antes cada pueblo tenía tres rebaños, ahora con suerte hay uno y el viñedo está cada vez más en manos de grandes bodegas».
Los últimos años están siendo especialmente difíciles. «Yo entiendo que una persona con un sueldo pequeño tiene que comprar lo más barato pero la competencia es absolutamente feroz, aquí llegan productos de fuera que han sido sometidos a herbicidas que en España llevan años prohibidos. El Gobierno debería hacer algo porque estamos hablando no solo de los agricultores y el medio rural, también de la salud de la gente».
Aunque trabajó unos años en la industria, heredó la profesión de su padre. «Antes sembraba un poco hasta que mi padre enfermó y entonces me puse como agricultor. Luego he ido ampliando pero la mayoría de parcelas son arrendadas».
Juan Antonio trabaja 11 hectáreas de remolacha, 11 de maíz, 9 de trigo, 7 de centeno, 24 de veza, 45 de cebada y este año, aunque no quería, 3 de girasol entre Haza, Berlangas y Hoyales de Roa. «No lo pensaba poner, pero me obligan por la PAC». El resto lo deja en barbecho para que la tierra respire y siga siendo productiva. «Somos los primeros interesados en que todo esté bien».
Los gastos aumentan año tras año. «Cuando empecé en 1983 vendía el trigo a 33,50 pesetas, ahora no llega a veintipocas. La PAC es una ruina para el agricultor. Lo que te dan es para que no suba la cesta de la compra pero al agricultor no le queda», denuncia preocupado por una tendencia alcista que no para. «Los gastos del agua de riego antes estaban a 4 céntimos, ahora a 8 y los abonos, más de lo mismo. Han pasado de costar 200 euros la tonelada a 400, pero los precios de nuestros productos están muy bajos y salvo la remolacha que ha subido, el resto es para llorar».
Remolacha
A día de hoy todas las esperanzas están puestas en la remolacha. «Es una rentabilidad fija y el precio está casi garantizado», adelanta mientras da un dato: «Ahora la cooperativa Acor te da 61 euros».
En su zona, la remolacha se siembra en la primera quincena de marzo y se arranca a primeros de octubre. «En este cultivo, como en otros, lo peor que te puede pasar es que te caiga una helada o pedrisco, que también hace mucho daño; luego, de plagas y enfermedades suele ser poco propensa, pero este año que por ahora nos hemos librado del pedrisco y el hielo, hemos tenido un ataque fuerte de pulguilla», relata.
El único problema de la remolacha es que no se puede sembrar dos años seguidos en una misma parcela. «Es como las patatas; hay que dejar la tierra libre de remolacha un mínimo de tres años y mejor si son cuatro. Lo ideal es plantar después: trigo, cebada y luego patata. Aquí lo que hacemos es cambiar las fincas entre agricultores de la zona que tengan, por ejemplo, patata».
Mención especial merece la excesiva carga burocrática que soporta el campo. «Cada vez es peor, todo con cita previa y mil requisitos que muchas veces ni tienen sentido ni se entienden. La verdad que desanima a cualquiera», concluye el agricultor ribereño.