Diario de Valladolid

«¿Cómo vamos a subsistir si la gente no valora el lechazo?»

Eduardo Abad hace un llamamiento a la ciudadanía para que defienda la calidad frente a las ofertas que llegan de fuera

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Publicado por
L. VELÁZQUEZ
Valladolid

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Junto a la dificultad de encontrar personal cualificado –o directamente personal interesado- y la subida imparable de las materias primas como piensos, gasóil o hierro; el ganadero ovino se enfrenta a una nueva amenaza que podría resultar demoledora para el lechazo: la falta de conciencia de un consumidor que mira más el precio que la calidad. «¿Cómo vamos a subsistir si la gente no valora el lechazo de calidad?», cuestiona desde su finca de Pardilla, Eduardo Abad. Lo dice convencido de que «en un mercado global entra de todo pero no todo el lechazo es de calidad y eso se nota en el precio, pero luego, sobre todo, se aprecia en el sabor, textura. No tiene nada que ver».

El ganadero lamenta en este sentido que la gente se esté dejando llevar por las ofertas y los precios bajos «cuando deberíamos defender lo nuestro porque tenemos una calidad extraordinaria». «Entre todos estamos condenados al cierre», lamenta. 

La realidad se impone. «Al no tener un margen aceptable, muchos han cerrado ya y los que quedan estamos quitando ovejas», asegura mientras muestra sus números. «Desde que empecé con esto hace ahora veinte años siempre he tenido 1.500 ovejas pero ya el año pasado me quedé con 1.000 y ahora estoy en 850. Con la subida de costes, los cambios de tendencia del consumo y la falta de trabajadores, me obligan a ir ajustando el rebaño porque ahora solo tengo un pastor y un chico del pueblo que me ayuda, pero solo en parideras».

No están siendo años fáciles. «Con el cierre de los restaurantes en pandemia y la suspensión de todas las celebraciones y encuentros de amigos y familias fue tremendo. La gente no sabía qué hacer con los lechazos y al final, los regalaban», recuerda consciente de que cuando las cosas mejoraron en la última Navidad, la alegría duró poco.  «Muchos carniceros se pillaron los dedos porque compraron caro pero luego llegaron las restricciones y la gente no compró».

Como ganadero de la comarca de la Ribera no esconde su pesar. «La mayoría de lo que se come no es de aquí… son lechazos que llegan de Francia, de Grecia; mayoristas que traen tráiles enteros tirados de precio, pero eso no es calidad y da pena que en sitios como en Aranda de Duero, donde la gastronomía es bandera y hay poder adquisitivo, la gente no defienda el lechazo de su tierra. Es un pecado que lo dejemos escapar pero lo desvirtuamos nosotros mismos», denuncia.

En su opinión, el lechazo es una comida de celebraciones, como el marisco. «Sin embargo, la gente sí está acostumbrada a pagar 100 euros por una mariscada pero el lechazo, a buscar la mejor oferta».

Él desde luego no piensa bajar precios porque mantiene una calidad. «Estamos en un precio muy parecido al del año pasado pero los márgenes siguen cayendo porque el coste de las materias primas ha subido una barbaridad», argumenta a sabiendas de que las granjas que dependen de piensos, han dejado de ser viables. «Ahora a parte de trabajar, como siempre, todos los días, tienes que hacer muchas cuentas para que todo cuadre».

Mención especial merece la falta de personal. «Antes tenías una explotación ganadera y vivías bien porque tenías trabajadores y tampoco se aspiraba a mucho más, no íbamos de vacaciones tanto ni salíamos tanto… era todo más tranquilo, pero ahora la gente no quiere trabajar. Yo entiendo que es muy esclavo pero si no hay personal la única solución son las macro-granjas y ya vemos las críticas que tienen», señala mientras echa en falta una herramienta indispensable, las escuelas de formación. «Me da pena lo que se va a perder».

Ubicado en el municipio ribereño de Pardilla, la finca se expande sobre una superficie de cinco hectáreas. Naves modernas dan cobijo a 700 ovejas de raza Churra y a la cría de sus lechazos que conviven entre cultivos de alfalfa, veza y cebada. Como defensor de la agricultura ecológica, no usa piensos y eso ahora, le salva económicamente.

A medio largo plazo, hay otra cuestión que preocupa: el cambio de tendencia del consumo y una cada vez más activa moda de relacionar la carne como un alimento nocivo o malo. «Van a degüello», lamenta. Eduardo lo tiene claro: si esto sigue así en diez años las granjas de lechazos serán residuales. «Hay que darse cuenta. Igual que se valora una langosta o el vino, y la gente entiende que la calidad tiene un precio, el lechazo de calidad como el nuestro, es igual».

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