Diario de Valladolid

AGRICULTURA

Un trigo que vale una pasta

La demanda de trigo duro para elaborar pasta alimenticia por parte de la industria semolera hace más apetecible un cultivo cuya producción ha crecido en los últimos años / Acor alude al desarrollo de nuevas variedades y el precio como un valor añadido

Una de las parcelas de ensayo de variedades de otoño de trigo duro de la cooperativa Acor, en la localidad vallisoletana de Tudela de Duero.-ACOR

Una de las parcelas de ensayo de variedades de otoño de trigo duro de la cooperativa Acor, en la localidad vallisoletana de Tudela de Duero.-ACOR

Publicado por
Marisol Calleja

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La demanda de trigo duro por parte de la industria semolera no se cubre en estos momentos con la producción nacional, cifrada en un millón de toneladas la pasada campaña. Un hecho que ha incrementado en los últimos años el valor de un cultivo utilizado para la elaboración de pasta seca alimenticia, y que cuenta con una superficie de siembra esta campaña de 7.000 hectáreas en Castilla y León.

El trigo duro o trigo para pasta es conocido por su dureza y por su mayor contenido de proteínas frente a otras variedades. A pesar de su potencialidad, supone menos del 13% de la producción de trigo total en España. Andalucía lidera el ranking con 286.000 hectáreas; seguida de Aragón con 129.000; Extremadura con 10.000 y Castilla-La Mancha con 9.000. La Comunidad ocupa actualmente la cuarta posición.

La tendencia al alza es evidente favorecida, según Acor, por el desarrollo de nuevas variedades que han disminuido el diferencial de rendimientos respecto al trigo blando. Javier Sanz, del servicio agronómico de la cooperativa, explica que si hace unos años el trigo duro se quedaba un 30% por debajo de la producción del trigo blando, ahora la evolución genética de las variedades ha eliminado esta desventaja. Es difícil estimar unos rendimientos fijos, aunque en algunas zonas de la provincia de León se ha llegado a los 10.000 kilos la última campaña, como subrayan desde Acor.

Una labor vinculada, dicen, a «un mayor conocimiento del cultivo» por parte de los agricultores y a la investigación. Una apuesta por la I+D que está haciendo «más apetecible» al trigo duro que cuenta además con el valor añadido del precio, en torno a los 213 euros la tonelada, según los últimos datos de los mercados mayoristas. Aunque los valores mantienen una tendencia bajista desde que arrancó el año, el diferencial respecto al trigo blando sigue siendo un atractivo para el agricultor que siembra bajo la garantía de un contrato.

Acor lleva ya nueve campañas ensayando nuevas variedades de trigos duros, de fuerza y media fuerza en Castilla y León, buscando un trigo de alta calidad.

Esta campaña mantiene tres ensayos localizados en los municipios de Tudela de Duero, Vega de Valdetronco y Toro. De las cuarenta variedades de trigo que la cooperativa está probando este año, veintidós corresponden a trigo duro. De ellas, cuatro son variedades de primavera y dieciocho de invierno, como apuntan los técnicos de Acor. Se trata de microparcelas en las que cada variedad se ensaya tres veces para extraer resultados fiables que permitan «buscar aquellas variedades que den el máximo rendimiento en producción y calidad». Y es que no se puede olvidar que hablamos de trigos de alto valor añadido en los que hay que cumplir los parámetros de proteína, peso específico y vitrosidad.

Acor produce trigo duro para su socio Arento, unas 11.500 toneladas la pasada campaña que ahora espera prácticamente duplicar. La cooperativa se ha pasado al trigo duro y gestionará esta campaña 3.000 hectáreas en Castilla y León, frente a las 1.840 de 2016. La mitad de ellas, 1.450, se circunscriben a la provincia de Valladolid. Una superficie de siembra total que, junto a las 4.000 hectáreas confirmadas por el Grupo Siro elevan a 7.000 las siembra definitivas de trigo duro para esta campaña en la Comunidad, la mayor parte de regadío.

El Grupo Siro ya ha expresado en varias ocasiones la potencialidad de este cultivo debido al déficit del mercado nacional. Por eso cifra sus necesidades en unas 260.000 toneladas de harinas y sémolas, lo que se traduce en 200.000 toneladas de trigo blando y 150.000 de trigo duro. Este año contará con cerca de 250 agricultores colabores repartidos por toda la comunidad autónoma para seguir introduciendo este cultivo.

Por su parte, Acor ofrece un contrato a sus socios dentro de la rotación y un precio mínimo garantizado de 230 euros la tonelada. «En función del precio medio de campaña se fijará el precio final»,.

La apuesta de la cooperativa es importante por el trigo duro, de hecho llevan ya nueve campañas realizando distintos ensayos a pie de campo, como confirman desde el servicio técnico de Acor.

De cara a esta campaña, y desde el punto de vista agronómico, se puede decir que la campaña de siembras se realizó «bien», y que, a pesar de la escasez de lluvias, la nascencia ha sido «buena», salvo en alguna parcela de la provincia de Palencia. En cualquier caso, y según Sanz, hablamos de un problema puntual que no se puede generalizar a toda la superficie.

Dependiendo de la fecha de seimbra, el cultivo se encuentra en el inicio del ahijado o en pleno ahijado. Aunque las necesidades hídricas del trigo son menores que las de otros cultivos como la remolacha, el campo empieza a pedir agua. Si las lluvias no llegan, los agricultores se verían obligados a adelantar los riegos a finales de mes con el consecuente incremento en los costes.

El trigo duro es una buena alternativa, pero exige también más tratamientos. Se recomiendan dos coberteras para sacar mayor proteína. En relación a los herbicidas hay que tener en cuenta que algunas variedades de estos tipos de trigos pueden ser sensibles a los derivados de la urea, por lo que se recomienda aplicar tratamientos con herbicidas de contacto en postemergencia. Sanz advierte además que hay que tener especial cuidado con los avenicidas utilizados tradicionalmente en trigos ya que «puede ocasionar daños».

Desde el servicio agronómico de Acor aconsejan, por otra parte, realizar tratamientos sistemáticas y estar atentos a los posibles ataques de hongos, y aplicar al menos una tratamiento de protección insecticida al final del ahijado-principio del encañado. Posteriormente habría que vigilar el cultivo por si fuera necesario «volver a tratar».

Los ensayos han demostrado, según los técnicos, que en Castilla y León se puede producir un trigo duro de alta vitrosidad, con altos rendimientos.

Así lo creen los agricultores que han apostado por este cultivo. Es el caso de Rubén Esteban, natural de Viloria del Henar (Valladolid), que siembra trece hectáreas para Acor. Para este profesional la existencia de un contrato es una «garantía» dada la volatilidad de los precios agrarios.

Esteban reconoce que el trigo duro necesita «mimo» y más abono que un cereal normal. Aún así, asegura que se pueden obtener 8.000 kilos y cumplir con los parámetros de calidad en proteína, peso específico y vitrosidad. Este agricultor opina que se trata de una buena alternativa debido a su potencialidad en precio y kilos. Eso sí, advierte que necesita tierras «bien alimen tadas». En este sentido recomienda evitar en la medida de lo posible un cereal como precente, ya que podría producir una contaminación en grano. Se apuesta más por las leguminosas, hortalizas o barbecheras, como es su caso.

Para Esteban la campaña viene «bien», aunque «escasa de agua». No se olvida tampoco de plagas como las de los conejos que ya han aparecido por las parcelas.

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