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PERFIL / JÓVENES

«Hay que apoyar los proyectos familiares»

Incorporación Hija de agricultor, Yara Alonso, de 29 años, defiende el trabajo en el campo donde afirma está su futuro

Yara Alonso en su explotación de Pesquera de Duero (Valladolid).-E. M.

Publicado por
Marisol Calleja

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L a de esta campaña será su cuarta vendimia como profesional, aunque le gusta dejar claro que ha «mamado» la agricultura desde niña. Yara Alonso, de 29 años, lleva toda la vida vinculada a Pesquera de Duero (Valladolid), donde se encuentra la explotación familiar. Su padre, natural de Castroverde de Cerrato, compró allí una finca para cebada. Después, plantó las viñas que ahora gestionan junto a otros cultivos de cereal y leguminosas.

Como le ocurrió a muchas chicas de su edad, el futuro de Yara no pasaba inicialmente por el campo, a pesar de que siempre le le ha gustado subirse al tractor y deambular entre las viñas. De hecho, esta viticultora terminó una licenciatura de dirección de empresas, un master y trabajó fuera de su casa en auditoría de cuentas. «La situación no era muy boyante y cobraba lo justito», asegura esta joven vallisoletana recientemente incorporada al sector.

Su vida dió un grio de 360 grados hace tres años, justo cuando su padre la invitó a venirse con él y formar parte del proyecto agrario familiar en Pesquera de Duero. «Ven, lo pruebas, y si te gusta, te quedas», le espetó. Y dicho y hecho. Yara hizo el curso de incorporación, arregló los papeles, y espera ahora la aprobación del expediente por parte de la Junta. Insiste además en que, tarde o temprano, «habría vuelto», ya que es lo que verdaderamente le «ilusiona».

En este sentido, lo tiene muy claro: «O cuentas con una base familiar, o es bastante incompatible». Yara alude a las importantes inversiones que hay que acometer desde un principio. Por eso, agradece que, en su caso, el negocio «ya estuviera montado». «Solo había que ampliarlo y mejorarlo», un trabajo en el que está inmersa en estos momentos.

Para ello cuenta con las catorce hectáreas de viñedo plantadas en tierra certificada bajo la Denominación de Ribera del Duero, a las que quiere añadir otras siete hectáreas más.

Precisamente, está pendiente de las autorizaciones, el nuevo régimen que entró en vigor el pasado uno de enero y que sustituye a los derecho de plantación de viñedo actuales. Se trata de un nuevo sistema de autorizaciones administrativas que será renovable cada tres años.

Como suele ocurrir en este caso, los trámites «llevan su ritmo», así que no espera que esté resuelto hasta los próximos meses. Mientras tanto, se ocupa de las catorce hectáreas y de la bodega. «El tema de la viña era algo conocido para mí», reconoce esta joven vallisoletana que se muestra ilusionada con cerrar el ciclo.

Antes vendían la uva a otras bodegas, aunque su entrada en el sector ha revitalizado esa apuesta por ofrecer al cliente un producto controlado «desde la viña hasta la venta». Es más, su marca ‘Barco Las Culebras’ se comercializa en el mercado nacional, y también fuera de España.

Cuentan con una producción de sesenta mil botellas al año y con clientes actualmente en China, Suecia, Suiza y Francia. Yara reconoce que el mercado asiático es muy importante, aunque el reto sigue siendo el mercado nacional y entrar en otros países europeos. De esta forma, creen que es importante «hacer un vino de alta calidad y con personalidad propia». Su apuesta y su reto en estos momentos.

A la «fuerte» competencia la hacen frente desde el trabajo familiar. «Mis padres han sido felices en el campo y así nos lo han transmitido». Yara cree que la visión del campo ha cambiado. Antes, dice, «se quedaba el que no valía para otra cosa». «Todo el mundo se quería ir». Y ahora, no es así, De hecho, cree que es una buena alternativa de futuro. Es por ello, que no tiene dudas de que la explotación y el viñedo es su vida. «Me gusta y mi futuro lo veo aquí», explica convencida de su regreso y, también, de que estaba ‘condenada’ a vincularse a un sector con el que ha convivido desde pequeña.

Su proyecto es familiar, algo que destaca por encima de todo. Cree, en este sentido, que la administración «siempre ayuda a los más grandes», por eso, reclama apoyo para proyectos vitícolas pequeños como el suyo, pero que suponen asentamiento territorial y, como en su caso, relevo generacional también. «Hay que apoyar a las empresas familiares, las grandes se pueden marchar», asevera.

Cuando piensa en el futuro ve un proyecto de calidad y confía en aumentar la explotación de viñedo y «seguir llevándola bien». Seguramente también con la ayuda de su hermano más pequeño, ingeniero químico, y que ya reparte su tiempo entre la universidad y las tierras. «Le gusta y contamos con él». Al igual que Yara, lo ha «mamado» desde pequeño, por lo que no será difícil unir un nuevo relevo al sector en los próximos años.

El futuro pasa, dicen, por seguir trabajando «bien», «colocar» el vino y crear una marca «sólida» que penetre en un mercado complicado. En ello se encuentra esta familia vinculada al sector y que presenta la agricultura como una forma de vida. «Me llena más y es muy gratificante», confirma Yara al compararlo con su actividad anterior.

La mayoría de los trabajos del viñedo recáe en ellos, aunque en momentos puntuales y, como es habitual, deben contratar y externalizar algún servicio. Les gusta controlar todo el proceso, por eso cuidan con detalle todos los aspectos. Sobre la campaña actual, Yara asegura que ahora el riesgo son las heladas, así que «cruzamos los dedos».

Las viñas han comenzado a brotar en la última semana y la lluvia no viene mal, ya que de esta forma se asegura unas temperaturas «adecuadas» para el cultivo. «Dicen que hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo, y en ello estamos ahora», afirma.

Yara agradece el apoyo de organizaciones como la Unión de Campesinos, a la que está afiliada, y donde le han ayudado en los diferentes procesos.«Gracias a ellos he llevado a cabo todos los trámites».

Afronta el futuro con optimismo y con la ilusión de poder aportar sabia nueva a su explotación familiar.