Diario de Valladolid

AGRICULTURA Y GANADERÍA

Convicción con sello ecológico

Los consumidores reclaman sanidad y seguridad alimentaria, filosofía que avala la producción ecológica con una tendencia al alza / El sector cuenta con 752 productores y 35.615 hectáreas en Castilla y León, y aboga por favorecer nuevas incorporaciones

Ángel y Fernando Pastor, con su sobrino Miguel Mayo y sus ovejas en su explotación ecológica de Armuña, en Segovia.-A.P.

Ángel y Fernando Pastor, con su sobrino Miguel Mayo y sus ovejas en su explotación ecológica de Armuña, en Segovia.-A.P.

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Marisol Calleja

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Certificación de calidad, saludable y diferenciada. Tres conceptos que unidos resumen los principios de la producción ecológica, exhibidos con orgullo desde el sector. La preocupación de los consumidores por la sanidad y calidad de los productos es una realidad creciente, como lo es el camino definido en la nueva Política Agrícola Común. Una PAC más verde, que propugna el respeto al medio ambiente, racionalizando el uso de recursos naturales y reduciendo la contaminación y erosión del suelo.

A pesar de ello, la producción ecológica en Castilla y León es menor que en el resto de España, con 752 productores de los cerca de 35.000 que hay en el territorio nacional, y 35.615 hectáreas cultivadas, apenas un 2% del total. Los productores llevan tiempo pidiendo apoyo a la administración para mantener un sistema de producción que, aseguran, da respuesta a la demanda de la sociedad y está menos expuesto a la volatilidad de los precios.

El modelo ecológico se presenta, en este sentido, como una oportunidad y alternativa de futuro para el sector agrario, como se remarca en el nuevo Plan Estratégico de Producción Ecológica de Castilla y León, aprobado recientemente por la Junta. Un buen punto de partida, con 53 millones de euros de presupuesto, que deja patente que aún hay mucho por hacer.

El aumento de la demanda de productos ecológicos es en estos momentos una de las fortalezas del sector, junto a la apuesta por el asentamiento de población en el medio rural que favorece este tipo de producciones. 

Es el caso de Fernando Pastor, de 54 años, y su familia, naturales de Armuña (Segovia). Este ganadero de ovejas criadas en extensivo y en ecológico personifica la apuesta por un sistema de producción que «distinguir» el producto, todo ello en un entorno rural. La actividad familiar está vinculada a la agricultura y la ganadería transformada en ecológico para obtener un sello «diferenciado». El forraje alimenta a sus ovejas y su leche abastece la quesería, de la que se encarga su hermana Ana y su marido, llegados hace tres años desde Madrid, donde tenían su residencia habitual y su trabajo.

Su hermano Ángel se ocupa de la huerta ecológica, sin olvidar el trabajo agrícola en las cincuenta hectáreas de secano y regadío de las que disponen actualmente. Se trata, en definitiva, de cerrar el ciclo. Trabajar las tierras, alimentar a sus animales y utilizar su leche para elaborar quesos, yogures y cuajadas que comercializan con la certificación ecológica, a través de grupos de consumo, tiendas, ferias y mercados.

La próxima incorporación familiar será la de su sobrino Miguel, el ‘culpable’ de que sus padres abandonaran la capital de España y se viniesen a vivir a Carbonero. Este joven siempre quiso residir en el pueblo. Miguel Mayo, de 22 años, se une oficialmente al sector con 400 ovejas y una nave de ordeño, que comparte con su tío Fernando. Defiende los alimentos naturales, reconoce su «valor» y su calidad frente a lo convencional. A este joven ganadero no le asusta el trabajo en el campo, ni lo duro del oficio. Se muestra ilusionado con una actividad que le permite vivir dónde siempre ha querido.

La familia Pastor recuerda los inicios de un proyecto que comenzó hace veinte años y «entre cuatro amigos», y que ahora se ha convertido en una actividad familiar. «Para producir en ecológico hay que creérselo», afirma Fernando, convencido de que este sistema de producción tiene «futuro».

Lamenta, eso sí, unos inicios «complicados» en los que «nadie echaba una mano» y en los que faltaba información. Es consciente además de que aún muchos les ven como un «bicho raro», por eso insiste en que esta producción es «algo serio». «La agricultura real es la ecológica», afirma, en una clara apuesta por el máximo equilibrio con el medio natural que les rodea.

Fernando está convencido de que «hay demanda de productos de calidad», y por eso reclama «apoyo» para continuar, algo que ahora entienden es complicado cuando finalizan los contratos. Tambien, solicita ayudas «para competir con otras comunidades» y «no quedarse atrás».

Una continuidad que pide también el coordinador regional de la UCCL, Jesús Manuel González Palacín, que tiene claro que las prácticas de cultivo ecológico requieren formación y también tiempo de adaptación. Esta organización agraria reclama «más presupuesto» para la producción ecológica y se fija como objetivo llegar a las 30.000-40.000 hectáreas en Castilla y León. Un reto que creen «posible».

La producción ecológica es para la familia Martín Blanco, de Navatalgordo (Ávila) una «forma de vida». Su empresa se basa en un sistema de producción apícola extensivo siguiendo las pautas ecológicas para criar abejas y «obtener de ellas sus productos». «Hemos apostado por quedarnos a vivir en el medio rural y además respetar el ecosistema». Así lo explica Sonia, que gestiona este proyecto junto a sus dos hermanos, David y Juan Manuel. A finales de los 90 crearon ‘Virgen de la Canaleja’, una sociedad que apuesta por la calidad de la miel ecológica de una comarca favorecida por la floración silvestre, en el Valle del Alberche. «No hay mucha cantidad, pero se trata de una miel de mucha calidad», señala David, que insiste en que el objetivo es que el entorno «siga siendo sostenible» para las próximas generaciones. Sobre la utilización de productos químicos, reconoce que muchos apicultores convencionales comienzan ahora a utilizar prácticas naturales para hacer frente a la varroa, una de las principales amenazas de las colmenas.

La familia cuenta con 2.000 colmenas en plena Sierra de Gredos, en un entorno en el que aprovechan todos los recursos. A la administración le piden «una buena formación», que creen «fundamental» para afrontar este sistema de producción «más exigente», debido a las estrictos controles.

Si hablamos de producciones, los cereales, seguidos de los pastos y prados permanentes son los principales cultivos en ecológico presentes en Castilla y León. Roberto Beltrán se dedica al primero. Natural de Quintanas de Hormiguera (Palencia) lleva quince años cultivando cereal y forraje en ecológico buscando un «marchamo de calidad». Afronta una campaña compleja debido a la climatología. Las lluvias repercuten en las tierras y supondrá más malas hierbas en las parcelas que serán difíciles de manejar, al no utilizar herbicidas ni materia química alguna. Confía, a pesar de las dificultades, en este tipo de producción y solicita ayuda a la administración y «apoyo promocional» para mejorar el conocimiento de los alimentos ecológicos. Algo que se recoge en la Estrategia de la Junta, junto a la formación y la investigación en esta materia.

El mundo de la producción ecológica comparte un nexo común: la defensa de la calidad, la seguridad alimentaria y los recursos de un entorno que no se quiere «esquilmar». Esta ha sido la elección, por ejemplo, de Verónica Fernández, de 36 años y natural de Madrid. Ha pasado de organizar eventos en la capital a gestionar, junto a su marido, una granja de cerdos blancos y otra de gallinas ponedoras en Sanchidrian (Ávila), el pueblo de su pareja. Todo ello con certificación ecológica. Reconoce que el sistema de producción es más complejo, aunque valora el resultado final. No querían animales encerrados y han apostado por un modelo extensivo de producción certificada con un valor añadido. Creen que este sistema es una «buena» alternativa y se muestran ilusionados con el proyecto aunque piden «más facilidades» para trabajar.

La transformación en ecológico se presenta en estos momentos como una alternativa para las pequeñas fincas para mantener su viabilidad económica, aunque se echa en falta una red de comercialización estable y continuada.

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