AGRICULTURA
El girasol, rotación natural
A menos de un mes del inicio de las siembras, los técnicos insisten en la importancia de elegir una variedad «idónea» para cada zona
El girasol es un cultivo que se adapta bien a los suelos de Castilla y León y que es «adecuado» en el calendario de rotación con el cereal, como apunta Manuel Salvador, experto del catálogo de Syngenta.
Es pronto aún para hacer previsiones, aunque se estima que la superficie en Castilla y León podría subir ligeramente esta campaña. Es decir, «recuperar» la caída experimentada en el año 2014 y volver a una extensión en torno a las 280.000 hectáreas en toda la región. Una circunstancia que, en cualquier caso, dependerá, como señala Joaquín Ortiz, del servicio agronómico de Acor, de las condiciones climatológicas y de la falta o no de precipitaciones en el momento de la siembras.
Los agricultores se preparan para iniciar las labores. Los más madrugadores en Tierra de Campos lo harán, seguramente, a finales de este mes de marzo. De hecho, desde Syngenta se afirma que «hay demanda y movimiento de semillas en este momento».
La fecha de siembra variará según la variedad y sus ciclos, la climatología o si se realiza en secano o regadío. Según Acor, se recomienda sembrar el alto oleico más temprano «para que en la maduración las temperaturas nocturnas o las temperaturas medias no sean demasiado bajas», lo que interviene en la producción de ácidos oleicos. Los secanos, sin embargo, se sembrarán antes o después «en función del tempero que se tenga en la parcela o a la espera de las precipitaciones que mejoren las nascencia».
El girasol encaja bien en Castilla y León, como el resto de oleginosas, ya que contribuye a tener una explotación «sostenible», dentro de los parámetros que marca la nueva PAC. Rompe el ciclo de plagas y enfermedades del cereal y ayuda además acontrolar las malas hierbas. Aún así, es necesario seguir trabajando en nuevas variedades que «permitan a los agricultores conseguir un cultivo rentable y sostenible».
Syngenta caba de presentar dos nuevas variedades de girasol, Sumiko y Kiara, «resistentes a enfermedades como el jopo y a condiciones de estrés hídrico», a las que tiene que enfrentarse este cultivo en Castilla y León.
Los ensayos se han realizado en las zonas más productoras y, según la compañía, «han dado como resultado una mayor producción y calidad del producto». Elementos a tener en cuenta por el agricultor.
El girasol se da principalmente en secano (un 70%), siendo Burgos, Valladolid y Soria las provincias con mayor superficie, unas 141.000 hectáreas en 2015 que suponen más de la mitad de las siembras de este cultivo en Castilla y León (254.000 hectáreas).
De ellas, el 20% es girasol alto oleico, una variedad que en 2015 se pagó unos 40 euros por tonelada más que las producciones híbridas convencionales, una media «razonable» que nada tiene que ver con las diferencias de 140 euros por tonelada de la campaña anterior.
El mercado busca un aceite con mayor salubridad, incluso las previsiones para la campaña 2017, 2018 y 2019, según Syngenta, es que «la demanda de alto oleico siga creciendo». A ello ha contribuido la nueva legislación que obliga al etiquetado de los productos y a detallar la procedencia del tipo de aceite que contienen. Coyuntura que ha afectado al consumo de aceite de palma.
A pesar del valor añadido del alto oleico, el agricultor en Castilla y León y en España sigue optando hasta ahora por los híbridos convencionales frente a países como Francia, donde la superficie de alto oleico sembrada se eleva al 60%. Se buscan variedades de máximo rendimiento y , en este sentido, tanto desde el servicio agronómico de Acor como desde Syngenta se recomienda al profesional que elija variedades «adaptadas» para cada zona. Lo mejor, apuntan desde Acor, es realizar un análisis de tierra «para tener conocimiento de la proporción de nutrientes que tiene la parcela».
En este sentido, la cooperativa ofrece a sus socios este análisis de forma gratuita. Y advierte al agricultor que siembre girasol alto oleico, que no lo haga al lado de una parcela de girasol convencional ya que la «polinización cruzada» puede hacer que «disminuya el contenido oleico».
De cara a la nueva campaña, Acor ha establecido un contrato precio base garantizado de carácter mínimo a partir del cual se determinará el precio final de campaña en función de las circunstancias del mercado. Así, se establece para el girasol común una referencia de 330 euros por tonelada, cifra que sube hasta 370 euros/ tonelada para el girasol alto oleico.
De la superficie contratada por Acor en 2015, en torno al 40% correspondía a girasol alto oleico y el 60% a convencional. Además, del total de la superficie, un 70-75% era secano y un 25-30% regadío.
La meteorología de este año parece adelantar algo la campaña, aunque la recomendación general, como explica Joaquín Ortiz es que «la fecha de floración no coincida con las mayores temperaturas estivales», lo que provocaría los abortos de las flores. El objetivo es que floración se produzca antes de finales de julio.
La rotación habitual en el secano es barbecho, colza, cereal y girasol. En regadíos, el cultivo sucede al maíz o la remolacha.
El girasol ha sido siempre considerado un cultivo pobre, según los profesionales, al que no se le ha dedicado mucho tiempo.
Para la preparación del terreno, el servicio agronómico de Acor aconseja un pase de chisel, cultivador pesado o vertedera, y pasar el subsolador, si hay suela de labor.
Como para cualquier cultivo «es importante la aplicación de fertilizante», no solo por obtener una buena producción, en función de la climatología de la campaña, sino también «para lograr una buena calidad de la misma».
La fertilización debe contemplarse dentro de la rotación. De esta forma, se podría evitar el abonado de fondo, «principalmente en girasol de secano», si el agricultor abona «generosamente» el cultivo anterior (trigo, cebada, cultivos de regadío...) para cubrir la extracción de ambos cultivos.
Las dosis de siembra dependen de la disponibilidad de agua y la fertilidad de la tierra, aunque la dosis o unidad de semilla contiene normalmente 150.000 semillas, a una profundidad de 3 a 6 centímetros. Se recomiendan herbicidas de preemergencia, teniendo en cuenta el efecto residual para el cultivo siguiente.