Cerrar

VAFER. MUSEO DEL WHISKY

4000 güisquis en tierra de vinos

Luis Vara y su hija Natalia posan con la silueta de Johnnie Walker en un rincón del Museo del Whisky en Pobladura del Valle. /

Publicado por

Creado:

Actualizado:

Se llama Luis Vara y es zamorano. Pero podría llamarse ‘Lwisky’ y ser escocés. Se lo ha ganado a pulso durante más de treinta años obsesionado por esta bebida espirituosa que se obtiene por destilación del mosto de malta fermentada a partir de cereales como cebada, trigo, centeno y maíz, con su periodo de envejecimiento en barricas de madera de roble. De ahí que su bar Vafer es además Museo del Whisky, donde se expone la mayor colección de este destilado de toda España. Con otro añadido que incrementa su originalidad, ya que es el mayor coleccionista de bolígrafos de todo tipo y colores, que también decoran las paredes del pequeño comedor para asombro de sus comensales. Dos preguntas que siempre tienen respuesta en casa de Luis: «me pone un güisqui» y «me deja un bolígrafo, por favor».

El bar lo abrieron sus padres en 1978. Luis desde los doce años trabajó con ellos. En su niñez se servía, en vaso ancho con hielos y con agua, el Dyc segoviano; el Johnny Walker, cuya silueta sigue rondando por el establecimiento; el Chivas Regal, entonces el más caro; o el White Horse, al que todos traducíamos sin dificultad como el caballo blanco. Posiblemente fueron sus primeras marcas de güisqui, cuyas botellas se confundían en las estanterías con las botellas de Soberano, 103, Tres Cepas, Magno, Ponche Caballero, anís Castellana, Fino Laina o Tío Pepe y, seguro que con alguna frasca de orujo del alambique de sus vecinos los Panizo o vinos de chateo de los Otero de Benavente. En este escenario inició el joven camarero una colección que hoy está expuesta en paredes, suelo, techos y en los rincones más insospechados del Bar Vafer en Pobladura. Forman parte de la decoración, donde se distribuyen con mucho gusto en las relucientes estanterías acristaladas de diferentes tamaños. El último recuento, tras incrementar nuevas muestras, supera las 3.800 botellas de güisqui procedentes de todos los países productores del mundo. Una colección que recorre la geografía de este destilado por Europa y América, incluidas versiones indias, japonesas, australianas y naturalmente, segovianas, aunque la mayor parte de los más célebres proceden de Escocia. Y todo gracias a la perseverancia y a la fijación de todo coleccionista. En el caso de Luis forma parte de su vida y de la de su clientela desde la hora del desayuno al cierre por la noche. Por fin este verano ha logrado su pequeño sueño: superar en número de etiquetas y botellas a dos museos famosos, el de Edimburgo, con 3.200, y El Museo del Whisky ‘El Bulevar’, con 3.400 en San Sebastián. La más cara supera los 800 euros y las más asequible, los cuarenta euros. Algunas partidas y marcas se pueden comprar en el bar. Su hija Natalia es arqueóloga y su último trabajo de investigación haconsistido en excavar en la colección paterna y ordenar las botellas por marcas y procedencias «siempre al dictado de mi padre, que es todo un experto en materia de este tipo de destilados», aclara.

No solo el cine y la literatura catapultaron su fama. A los neoyorquinos les salió un competidor con su güisqui aquella Nochebuena de Concha Piquer en Nueva York, donde se brindaba con vino español en la ciudad de los rascacielos al son del pasodoble Tierra Extraña, que inmortalizó sin pretenderlo la primera campaña del vino español en los Estados Unidos, país productor de güisqui y gran consumidor, incluso durante la célebre ley seca. Un destilado que fue alentado culturalmente por sus estrellas de cine en el Hollywood de los años gloriosos. Pero este exótico espirituoso tiene su museo en Pobladura del Valle, casualmente un pueblo vinatero y cuyo término municipal está dentro del ámbito geográfico de la DOP Valles de Benavente. Testigos de ello son los barrios de bodegas subterráneas.