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Bodegas Coruña del Conde

La más bella historia del vino burgalés

Julián BenHamou López, en el interior de su bodega en Coruña del Conde

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Se lo debía a su nieto. Era mi asignatura pendiente con Coruña del Conde. Tarde o temprano volvería al lugar donde le conocí, en los inicios de la revolución del vino en Burgos y en Castilla y León. Siempre recordaré a aquel paisano que hablaba francés, que sabía de ampelografía y de enología, que conocía a Ribéreau-Gayon y dominaba las prácticas culturales como pocos.

La historia de esta bodega, de sus vinos y de su lugar de emplazamiento es uno de los relatos del mundo del vino más entrañables, heroicos y contundentes de Castilla y León. No olvidaré nunca a Alberto López Calvo, un ribereño sin denominación de origen que se convirtió en uno de los mayores defensores de la viña, el vino de calidad y el Duero en Burgos. La corta distancia de una linde le impidió ser un Ribera del Duero. Aun así, lucho porque en su pueblo, Coruña del Conde, se plantase viña y se elaborasen con criterio vinos de calidad. Alberto todavía hoy está pendiente, según mi opinión, de un merecido reconocimiento y homenaje. Falleció en 2012 y nos dejó el recuerdo de un experto en viticultura y en enología que se formó en Francia, trabajando en viña, bodega y tonelería. López Calvo logró que en Francia le concedieran la Medalla de Honor del Trabajo.

Gracias a él la actividad de algunas bodegas de Coruña del Conde, en la linde con la DO Ribera del Duero, tienen su hueco en el mercado. Pero en especial, la suya, que de forma heroica retomó su nieto Julien en la añada de 2013, un año después de fallecer su abuelo. Lo mejor de todo es que Julien, Angélica, Luis y otros miembros de la familia deciden seguir adelante y elaborar en la bodega que construyó Alberto López vinos con mucha personalidad. Hoy sus vinos se elaboran con otras castas, una respuesta abrumadora a un Duero que les negó la entrada por razones administrativas. Julien defiende los tintos de tempranillo y sigue criterios de viticultura heredados de las prácticas culturales de su abuelo, que, en su día, también enseñó a los viticultores del pueblo. En general sus vinos Alberto López Calvo, Valdecid (de parcela), El nieto de Alberto, Coruña del Conde, I’m Natural Don’t Panic y ese BCDC en versión de “maceración carbónica” demuestran que la herencia recibida se traslada a la copa buscando el diferencial, la expresión del terroir y de las cerca de 8 hectáreas y 29 pequeñas parcelas y un altísimo porcentaje de viñas viejas de los antepasados de Julien, incluidas las que plantó su abuelo entre los años 70 y 2000.

Julien BenHamou López, nacido en Montpellier, gracias a su tenacidad, a su decisión de volver a sus raíces y de que el legado de su abuelo no desapareciese ha logrado el sueño de mi viejo amigo Alberto López, el burgalés que no se amedrentó por una cuestión de lindes con la DO. Julien consigue en la mesa de cata todos los parámetros que hoy se valoran y de los que en los 80 su abuelo ya hablaba. Las viñas de paraje, las características de los suelos de arcilla, calcáreos y de arena, el contraste térmico y su incidencia en el ciclo vegetativo y la altitud. Y un apunte que casi es una respuesta a los corsés y reglamentos que cerraron la puerta a Coruña del Conde dentro del ámbito geográfico de la DO Ribera del Duero. Julien heredó la afición por las castas francesas. De ahí que sus vinos arrojen matices y sutilezas de malbec, syrah, chasselas, chardonnay, merlot y cabernet. Sin olvidar la tempranillo. Produce unas 30.000 botellas y exporta el 60% a 18 países. Diego Marín pasará a la historia por ser el primer hombre que intentó volar y fracasó. Hay un monumento en su honor en la localidad burgalesa. Alberto fue el primero que en estas latitudes nos hablaba de estados fenológicos, tipos de madera, fermentaciones y suelos. De los dos tenemos hoy un recuerdo entrañable en Coruña del Conde.