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ZAMORA - BODEGA 'DÍSCOLO'

Díscolo echa raíces en El Pego

Francisco Somoza y Esteban Sánchez, en el exterior de la bodega.

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Valladolid

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Díscolo es un vino que nunca dio la espalda al viñedo de El Pego, dentro del ámbito geográfico de la DO Toro. Ahora es una bodega que contribuye a reactivar la vida, la economía y el marco rural. Y en esto tiene mucho que ver la personalidad de Francisco Somoza. Hace apenas unas horas se inauguraba la nueva bodega diseñada por este arquitecto sanabrés, un proyecto vitivinícola en el que Somoza participa activamente junto a un reducido grupo de socios desde la añada de 2008, cuando entró en el mundo del vino. Desde el principio cuenta con la participación en el proyecto de su socio, el ingeniero agrónomo y enólogo Esteban Sánchez Maíllo, siempre al lado de Somoza en el nacimiento de muchos vinos desde los tiempos de la primera bodega Cuatro Mil Cepas. Tras dos años de obras, la bodega Díscolo echa raíces en El Pego con viña y bodega. El diseño de la instalación llama la atención por su impacto visual, dentro de las tendencias vanguardistas de las nuevas bodegas: formas y estructuras geométricas de acusada horizontalidad buscando mimetizarse con el paisaje.

En el caso de Díscolo, con un color blanco que destaca en todo el término municipal por estar situada sobre una loma suave que, a modo de mirador, permite visualizar desde las distintas terrazas las masas de viñedo. Esteban Sánchez Maíllo responde en esta nueva etapa a las exigencias del mercado de los vinos de calidad y juega con tintas de Toro y malvasías entre los cepajes blancos que pertenecen a las treinta hectáreas de viñedo en vaso con edades medias de 45 años. Todo amparado por el Consejo Regulador y de agricultura ecológica. De ahí que sus Díscolo y el ‘Magnífico’, sus blancos y, además, los ‘Cinco de Copas’ salgan al mercado luciendo en la etiqueta el sello ecológico. Algo que, unido a los criterios selectivos en las prácticas culturales, rendimientos y laboreos definen los vinos de la bodega.

Esteban cuida el paso por los depósitos de inoxidable de no más de 5.000 litros por el momento, siempre respetando las parcelas. Tras la fermentación, extrema los cuidados en los procesos y el contacto con la madera en los distintos envases de roble que crían los vinos bajo tierra en cavidades que recuerdan las tradicionales bodegas subterráneas, pero bajo el manto de hormigón. Si bien los distintos robles marcan los tintos y blancos, algunas partidas pasarán a distintos afinados en envases de cerámica algo que, según Esteban, favorece a la definición de los cuadros sensoriales de los vinos de la bodega.

La bodega comercializa en torno a las 100.000 botellas, de las que exporta más de la mitad. Las etiquetas llevan por lo general guiños de Somoza, el arquitecto pintor de quien se dice que domina el trazo como nadie. Paco Somoza insiste en que es un proyecto de amor a su tierra, en el que por supuesto hay una fuerte inversión detrás. En esta aventura entran en juego cuatro familias: la suya, Somoza de la Peña, ya que su hija Celia Somoza es la responsable de comunicación y márquetin de la empresa; los Sánchez Maíllo, la de Esteban, que además es el director técnico; los Sánchez Monje, empresarios hosteleros de Alba de Tormes desde hace años, ya que Nico, el cocinero salmantino, está ligado a Paco y a Esteban.

Y, por último, un socio algo exótico, ya cuentan con la participación de un grupo de inversores tailandeses de la familia Jiamphatattana. Sin duda, el torrente cultural que acompaña al arquitecto y artista zamorano Paco Somoza se notará en una agenda que apuesta por actos y actividades que fomentarán el enoturismo y el desarrollo rural. Las instalaciones están preparadas para la elaboración y crianza de vinos de calidad con DO Toro y, al mismo tiempo, con salas y estancias destinadas a otras actividades sociales.