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Decorus Santa Inés (Burgos)

Donde el corzo ladra entre viñas y sabinas

Luis Rodríguez, con sus vinos Decorus Tinto y Rosado.

Publicado por
Javier Pérez Andrés

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Los corzos ladran. Así como suena. Y en los últimos años campan por donde quieren y se aparecen en medio de la carretera . Y preparan no pocos desaguisados en el tráfico y en los campos de cultivo. Los corzos son los pobladores que ramonean en territorio despoblado. Algunos corzos entran en la viña y se rumian los brotes verdes y, tras el envero, algún racimo de postre. Están por todos los sitios imaginables: desde los jardines de la ciudad a las laderas y montes bajos de los pueblos. También rondan por los sabinares del Arlanza. Es natural, disfrutan de su espacio protegido.

La historia de Fernando y Luis está vinculada filosóficamente a ese ecotipo del corzo común, cuyas cuernas lucen en el diseño de las etiquetas de sus vinos Decorus . Según Luis se debe a un científico naturalista que estudió la genética del corzo. Y todo ello se enmarca en el seno de la Denominación de Origen Arlanza, lo que honra sus intenciones, pues podrían ingeniárselas para ir por libre sin compañía y sin contraetiqueta. Aciertan al sumar dentro una zona histórica de vinos, pero pequeña en el mercado. Y es que una vez más el ámbito geográfico, el vínculo a una tierra, está en el fondo de su proyecto vinícola. Fernando Santamaría del Hoyo en los últimos años ha visto muchos corzos en su pueblo. Fernando es ingeniero industrial e hijo de Santiago, que siempre tuvo viñas en Santa Inés, su pueblo. Luis Rodríguez Amayuelas estudió ciencias ambientales y desciende de Los Balbases, donde su abuelo Luis Amayuelas tuvo taberna en el barrio de abajo, viñas y vinos. Santa Inés y Los Balbases están dentro del ámbito geográfico de la DO Arlanza. En el 2017 se fraguó la idea. Iniciaron los dos amigos una guerra personal en defensa de los últimos majuelos que permanecían diseminados por los pueblos del entorno. Mientras, se formaban en cursos de viticultura y enología en centros como el de los Gabrielistas de la Aguilera. Cantera silenciosa de tantos jóvenes que hoy tiran del carro en muchas zonas de vinos y en especial en el entorno del Duero y del Arlanza. Con ese bagaje, en pocos años han logrado salvar una veintena de majuelos, plantar unas pocas hectáreas y lograr una producción limitada de apenas 5.000 botellas, resultado de los bajísimos rendimientos en sus cinco hectáreas, ubicadas fundamentalmente en Santa Inés, Villalmanzo y una viña vieja en Los Balbases.

Todas viñas viejas, «algunas casi centenarias», aseguran. Hasta aquí la motivación y el inicio de un proyecto vitivinícola que, a pesar de poder construir su propia bodega, elaboran con sus propios depósitos y barricas, unas veinte bordelesas y una de 500 litros, todas de roble francés con una media de dos, tres años. Por el momento elaboran y comercializan dos vinos: un Decorus tinto y un Decorus rosé. Sus precios están en la franja de los 13-15 euros y venden todo en el mercado nacional. Su sueño final será abandonar las instalaciones de la bodega que les permite elaborar, dentro de la Denominación de Origen y construir la propia, posiblemente, en San Inés. Su compromiso con la naturaleza y esa operación rescate de viñas en peligro de extinción también alcanza a las prácticas culturales bajo criterios ecológicos y no descartan en un futuro acogerse al sello de la agricultura ecológica. El ejemplo de Luis y Fernando demuestra el interés que despierta en jóvenes emprendedores una viticultura con raíces profundas en su propia tierra. Al mismo tiempo, los vinos se ajustan, dentro el complejidad de unas cepas viejas, a criterios enológicos actuales con vinos capaces de rescatar la fruta sin ser alterada en procesos de fermentación y de crianza. Sin olvidar que la azada es su aliada en el laboreo de las viñas. Algo que tiene su mérito en el siglo de las luces del vino.