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Páramo de Corcos moradillo de roa (burgos)

El patrimonio de la Ribera

Los hermanos Camarero -Francisco, ‘Quico’, y José María-, con sus vinos, delante del Cotarro de Moradillo de Roa.

Publicado por
Javier Pérez Andrés

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No todas las bodegas ribereñas cuentan con un escenario y una historia familiar como la que hoy nos ocupa en la localidad burgalesa de Moradillo de Roa.  Seguimos la pista a las raíces de los propietarios de la viña y el vino Páramo de Corcos: los hermanos Encarna, Francisco Javier y José María Camarero, que toman el nombre de la bodega de un paraje del término municipal de su pueblo. Un municipio burgalés y ribereño que tiene su patrimonio y su ADN cultural bien protegido gracias a la defensa y conservación de la herencia recibida. Se trata de su impresionante conjunto de bodegas subterráneas, que han traspasado las fronteras del Duero y se han convertido en un ejemplo de defensa inteligente de su patrimonio etnográfico.

Los hermanos Camarero cultivan sus viñas, conservan sus cuevas centenarias y elaboran vinos con Denominación de Origen Ribera de Duero en su pueblo, Moradillo de Roa, la frontera sur del ámbito geográfico de la DO. Por ello saben lo importante que es la tradición y no olvidan su propia historia, que está llena de anécdotas y salpicada de datos interesantes como aquellos premios que hoy cuelgan de las paredes y que reflejan las  medallas y galardones que cosechaba su bisabuelo, Gordiano Camarero, por sus vinos en las lejanas añadas de 1948 y 1950 en el concurso de vinos tintos y claretes de la Ribera del Duero, organizado por la Caja de Ahorros Provincial de Burgos. Una premonición de los actuales concursos. Ya entonces los suyos tenían claro por donde iban a ir los tiros en adelante. Fue en la época en la que se inició el abandono de las viñas y muchos majuelos fueron arrancados. Casualmente, sus abuelos fueron de los pocos que aguantaron el descepe generalizado en toda la Ribera. De ahí que su padre, Javier Camarero, iniciase parte de las plantaciones que hoy alcanzan las 30 hectáreas de su propiedad, que facilitan la materia prima a la bodega. Plantadas en su pueblo, la mayor parte en espaldera, algunas viñas datan de mediados de los 80, en los albores de la Denominación de Origen.

Ellos han recuperado para el mapa vitícola majuelos como los de Derramaderos, Hoyadas, Motocón o Quejigada, entre otros. Pero tal vez lo que más entusiasma a los hermanos Quico y José María es la bodega subterránea que formará muy pronto parte de la oferta enoturística, ya que una vez musealizada contará la historia triste del vino familiar. Cuando su tatarabuelo Miguel Arroyo finalizó las obras de la cavidad subterránea y el lagar, un acontecimiento dio al traste con los sueños. Llegó la terrible plaga de la filoxera, que en el último cuarto del XIX arrasó literalmente la viña de toda la zona y, en consecuencia, paralizó la elaboración de vinos sumiendo en la pobreza a los viticultores. Todo un contraste, pues hoy sus tataranietos abren la misma bodega a los visitantes dentro de un conjunto etnográfico, “El Cotarro”, que recientemente fue destacado con el Premio de Patrimonio Europeo “Europa Nostra” en la categoría de Conservación. 

Su abuela Cleofé -a la que dedican uno de sus vinos- falleció con 103 años en febrero de 2017 y ella les contaba los tiempos en los que su tatarabuelo, Gordiano Camarero Mayor, estaba al frente de una fábrica de aguardientes en el pueblo, como lo demuestran los documentos de 1907 en las rentas de alcohol de Hacienda. Las barricas donde envejecían los orujos vinieron de cuba. 

Hoy, Páramo de Corcos inicia una nueva etapa desde que se fundó . Hasta ahora se dedicó a prestar sus instalaciones a otras firmas y vender sus uvas. A partir de esta añada una buena parte de la producción saldrá al mercado con sus vinos con DO. Alrededor de 10.000 botellas que se incrementarán en los próximos años.