Hostal Restaurante Sardón
La cocina de Sardón en el Duero
El restaurante Sardón es uno de esos lugares que fueron testigos del embrión del Duero y que forman parte de la infraestructura vital en el trasiego económico, vitícola, enológico y gastronómico en esta parte del Duero vallisoletano. Carlos Calvo ha visto sentarse en las mesas de su restaurante a las figuras más relevantes de las dos últimas décadas en el mundo del vino. A las 7:00 se abren las puertas de la cafetería. Viajeros y viticultores toman el primer café y tentempié. Al mediodía, el comedor se llena de trabajadores, bodegueros, enólogos, viajeros y enoturistas que visitan la Ribera . El precio medio a la carta está en torno a los 40 euros y el menú del día, sobre los 13-14 euros. Carlos ha sabido mantener platos tradicionales como el lechazo, el conejo, el queso o los revueltos, junto a una buena oferta de sopas, potajes, arroces y estofados de alubias, además de raciones que siguen gustando a todos como las almejas a la marinera o las gambas al ajillo, junto al congrio, rape, merluza y rodaballo, entre los pescados. Los jueves, cocido castellano y huevos fritos. La carta de vinos, de las más completas de la Ribera, sin estar dentro. La localidad de Sardón de Duero, por esos vericuetos de la historia reciente, quedó fuera del ámbito geográfico de la DO Ribera del Duero. Pero esto fue algo que, a la larga, no perjudicó ni a la viticultura ni a la hostelería ni al turismo de este enclave situado a pocos metros de río Duero y en un entorno repleto de bodegas que elaboran vinos de gran calidad. Todo, en el entorno de Tudela de Duero. Sin saberlo, Gerardo y Pepa apostaron fuerte en 1974 por la hostelería antes de que se iniciara la revolución del vino en el Duero. Su hijo, Carlos Calvo, sigue al frente de la comanda, de la cocina y del restaurante que iniciaron sus ascendientes en el siglo pasado. Por lo tanto, estamos ante una casa centenaria ya que antes del Hostal Sardón, la familia regentaba la antigua posada en la carretera. Cuarta generación y, además, la quinta aporta creatividad en la decoración del restaurante, pues Alberto e Isabel, los hijos de Carlos, dejan su sello en las obras que se exponen en el comedor.