La bruñal de Benjamín, coupage de trashumancia y enología en Zamora
Rodeado de ovejas, Benjamín García tiene en sus manos otras ‘melas’ que desde San Vitero viajan ya por los mercados con la filosofía de diferenciarse del resto defendiendo un terruño en periodo de extinción
Nunca estuvieron tan cerca la oveja y la viña. Tan hermanadas la cultura de la vid y la pastoril. Jamás se dio el coupage entre la nueva enología y la vieja trashumancia. La foto que ilustra esta bodega zamorana es reciente. Hace apenas una semana. Es el cercado que en San Vitero, Zamora, un año más recibió miles de ovejas y, gracias a la mela, que es la marca en sus lomos, cada una volvió a su redil en el marco de su Feria de la Trashumancia. Benjamín García tiene en sus manos otras ‘melas’ que viajan ya por los mercados casi con la misma filosofía, diferenciarse del resto defendiendo un terruño en periodo de extinción.
Benjamín, caudal de ilusión por lo suyo y por el vino, cosecha ahora, diez años después, el éxito que se merece. Sus vinos de las últimas añadas, La Mela (barrica, blanco, guarda y, en breve, un tinto criado en tinaja y sin duela) están bien definidos, con su propio potencial sensorial y, la mayor parte, marcados por la casta arribeña bruñal, cuya producción se ajusta por ahora a apenas 4 hectáreas de viña, a las que se suman las partidas pequeñas de mencía y blancas de varios cepajes en los viejos vasos. Además de rufete y, pronto, touriga nacional. Benjamín acertó con la bruñal -ante la incredulidad de muchos- pues él mismo dice que en su pueblo, en Sejas de Aliste, había una uva muy parecida a la que llamaban ‘uva de los zorros’ porque, según cuentan los de Sejas, se las comía la zorra cuando enveraba. Anécdotas aparte, el consejo del enólogo gallego Juan José Maqueira, con Benjamín desde las primeras fermentaciones, fue definitivo. Y ahí están los vinos. La pequeña bodega provista de la tecnología necesaria, la política de crianza avalada por el roble de Palaçoulo, la tonelería de la familia Gonçalves, en plena Raya y muy apreciada por el sector del vino en Castilla y León. Es nuestra duela portuguesa. De esta tonelería proceden las barricas de 300 y 500 litros de roble que justifican la salvaguarda del potencial primario de la bruñal sin ser enmascarada por el roble.
Benjamín ha logrado en su pueblo, Sejas de Aliste, despertar el interés por la viticultura con las nuevas plantaciones de viñedo y convertirse en uno de los vinos de calidad referente de la comarca zamorana de Aliste en los mercados. Sin duda es un activo importante dentro del movimiento agrario que se abraza a la resurrección de la vitivinicultura bajo el manto y cobertura de nuestra Sierra de la Culebra, todo un símbolo regional y hoy un frente común y compartido de un grupo reducido de viticultores y elaboradores alistanos. Pero hay algo que convierte a Benjamín en un defensor de las raíces pastoriles y es la razón social de su bodega, el nombre de sus vinos y mensaje de sus etiquetas. Benjamín, el de Sejas, es el de los vinos de La Mela. Y ‘la mela’ es mucho más que una palabra rebuscada, es un aldabonazo en la memoria de una tierra que fue siempre de pastores. Hoy están expuestos los hierros de las melas ‘del Ti Damián’, con ellas marcaba sus ovejas con esa forma de cinco o de G en su trazo, que le permitía saber cuáles eran sus ovejas cuando volvían de las montañas de la salvaguarda del alta Sanabria y formando parte del gran rebaño alistano al final del verano.
La bodega comercializa en torno a las diez mil botellas de vino, la mayor parte tintos. Se trata de cortas producciones que envejecen en envases de roble grandes para preservar la fruta. Su producción es muy corta y sus precios no pasan de la franja de los 10/20 euros. La uva se limita a sus viñedos propios, aunque adquiere en los términos próximos. La Mela y sus vinos se ha ganado estar en la comanda zamorana y en sus cartas de vinos. Obligado en Aliste.