Cuatro rutas del vino en Valladolid se alinean para "fijar territorio"
Ribera del Duero, Rueda, Toro y Cigales ensalzan la importancia de las rutas en favor del "crecimiento de la zona"
Cuatro rutas del vino recorren la provincia de Valladolid: Ribera del Duero, al este; Rueda y Toro, al sur, y Cigales, al norte, cada una de ellas con unas características únicas que ofrecer a todos aquellos visitantes que se acerquen a disfrutar de sus caldos.
Todas ellas se detienen en decenas de pueblos a lo largo y ancho de la provincia y, mientras que las de Rueda y Cigales tienen parada obligada en las localidades que les prestan nombre, en la ruta de Ribera del Duero destacan Peñafiel, en cuyo Castillo se ubica el Museo del Vino, o Valbuena de Duero, al igual que en la de Toro lo hacen Villafranca de Duero, Pedrosa del Rey y San Román de Hornija, principales municipios vallisoletanos en su recorrido.
"Las rutas del vino son fundamentales para el crecimiento de la zona", ha subrayado, en declaraciones a Europa Press, la responsable de enoturismo de Bodegas Yllera, en la ruta del vino de Rueda, Loreto Rodríguez, quien aboga por "remar todos en la misma dirección y fijar territorio" para que, "cuando a una bodega le vaya bien", repercuta también en el resto, pues "cada una ofrece sus diferencias para que el destino sea atractivo y que la ruta vaya creciendo".
El enoturismo, ha explicado, vive ahora un "auge" porque la gente ha comprendido que no hay que ser un "súper entendido en vino" para disfrutar de una jornada de visita y cata como la que ofrecen Yllera y su 'Hilo de Ariadna', un entramado de bodegas conectadas en un recorrido de un kilómetro y a 20 metros bajo el suelo del pueblo de Rueda. Una suerte de laberinto que el grupo ha relacionado con la mitología griega a través de la analogía entre los pasajes del mito del Minotauro y los dintintos caldos de la bodega. Así, personajes como Ariadna, Teseo, Dédalo o Ícaro, comparten carácter con blancos jóvenes, tintos, rosados o crianza en un itinerario que rememora la leyenda en torno al palacio de Cnosos.
"Visibilidad y notoriedad" son las principales ventajas que destaca, por su parte, Gonzalo Fernández, CEO de Bodega La Legua, en la ruta del vino de Cigales, en la que, más allá de la fama de sus claretes y rosados, trabaja para lograr notoriedad también para los tintos. "Hemos dedicado mucha atención a los visitantes porque entendemos que ahí está nuestro foco; así como hay tantísimas bodegas cuya promoción va vía pago de publicidad y promoción, nosotros, más humildes, hemos tenido que optar por el boca a boca, que nos ha funcionado muy bien, mientras que la ruta nos ha generado tráfico para que vaya creciendo", ha incidido.
En términos similares se ha expresado el gerente de Bodegas Rejadorada, Mario Remesal, quien destaca que las rutas del vino son organizaciones "fundamentales" para la difusión y el conocimiento de las bodegas de la zona, en este caso, de la D.O. Toro, al tiempo que ofrecen, además, una imagen de marca. "Este tipo de organizaciones son muy positivas dado que bodegas como Rejadorada, que carecen de estructuras grandes que permitan dedicar a personal cien a por cien al enoturismo nos ayuden a desarrollar visitas, eventos o ferias profesionales", ha explicado.
Por último, María Nieto, encargada del departamento de enoturismo y miembro del departamento técnico de bodegas Protos, cuya bodega, diseñada por el consagrado arquitecto Richard Rogers, se erige a los pies del Castillo de Peñafiel, subraya que pertenecer a la ruta de Ribera del Duero es "estupendo para dinamizar" porque, más allá de las visitas a las bodegas, los turistas eligen después dónde comer o qué visitar.
Así, mientras que Toro y Ribera son conocidas por sus tintos, en Rueda priman los blancos y, en Cigales, los rosados y claretes, una amplia gama de caldos que se pone a disposición de todo tipo de turistas con visitas guiadas en las que también se incluyen catas. Y es que las cuatro rutas comparten, además, el objetivo común de nutrir, no solo a las bodegas que se encuentran en su itinerario, sino también al propio territorio.
Tradición y vanguardia, pequeños negocios familiares y grandes empresas o enología y turismo se dan la mano en las cuatro rutas del vino que vertebran la provincia vallisoletana en el seno de una industria que mira al futuro al tiempo que se mantiene fiel a la herencia sin dejar de ahondar en las raíces de sus antepasados.